El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 803
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 803:
🍙🍙🍙🍙 🍙
En otros tiempos, los medios de comunicación se habían abalanzado sobre ella, ansiosos por un momento de su tiempo. Había sido su niña mimada, su estrella emergente.
Ahora, la rechazaban como si estuviera por debajo de ellos. Era como una estrella caída, ignorada.
Pero el destino cambiaba las tornas. Un día, esas mismas personas se comerían sus palabras.
«Vamos dentro», murmuró Bruce mientras se acercaba a Leah.
Leah se mordió el labio inferior, tragándose el escozor del rechazo. Asintió y se volvió hacia la entrada.
«¡Esa mujer es absolutamente impresionante!» Una voz sonó detrás de ella.
Un elegante Rolls-Royce negro se detuvo suavemente al borde de la alfombra carmesí, con su superficie pulida brillando bajo los focos.
Al abrirse una de las puertas del coche, aparecieron unas largas piernas que guiaron la mirada hacia un rostro esculpido y definido. Los ojos del hombre, profundos y misteriosos, parecían transportar historias jamás contadas, añadiendo una capa de intriga a su ya llamativa presencia.
Ataviado con un traje negro perfectamente confeccionado, desprendía un aura de elegancia y mando, y su presencia recordaba a la realeza, digna e inexpugnable.
Aunque su mirada recorría los alrededores con impasible distanciamiento, el aire a su alrededor se espesaba con una tensión casi tangible, haciendo que la multitud inspirara bruscamente como si se mantuviera en suspenso.
Bajo el escrutinio de todas las miradas, el hombre extendió la mano hacia el interior del vagón. Una mano delgada y delicada se posó suavemente en la suya y, en ese momento, todas las miradas de la entrada se sintieron atraídas hacia ellos, como magnetizadas.
Cuando Corrine apareció, el jadeo colectivo que resonó entre la multitud fue como un maremoto de admiración. Por un breve instante, el tiempo pareció congelarse. Un segundo, dos segundos… Cuando Corrine apareció con su vestido de noche, la multitud no encontraba las palabras adecuadas para describir la impresionante belleza que irradiaba.
Un obturador de cámara se disparó en algún lugar de la multitud, el flash cegador sacudió a todo el mundo de vuelta a la realidad, sacándolos del trance que Corrine había provocado.
Instintivamente, la mirada de Corrine se desvió hacia el origen del destello. Allí, un hombre con gafas negras de montura gruesa y un rostro que se confundía con el fondo llamó su atención. Su aspecto humilde hablaba de sencillez. Sorprendido por su mirada, el hombre se sonrojó profundamente y una sonrisa nerviosa se dibujó en sus labios.
La belleza de Corrine era cualquier cosa menos recatada o inocente. Era audaz, cautivadora y casi atrevida, y captaba la atención de todos los que la rodeaban con una simple mirada.
El incesante chasquido de los obturadores de las cámaras sonaba como bofetadas en la cara de Leah. Hacía unos momentos, sus gestos amistosos habían pasado desapercibidos, pero ahora la multitud no podía dejar de fotografiar a Corrine. Era exasperante.
A pesar de sus esfuerzos por mantener la compostura, el rostro de Leah mostró un destello de vergüenza y rabia. La frustración la corroía mientras se mordía el labio inferior y echaba un vistazo a Bruce, completamente embelesado por Corrine, con los ojos clavados en ella como si fuera una visión fascinante.
Una oleada de inquietud inundó a Leah y respiró con calma. «Bruce, está haciendo viento. Entremos», sugirió, rompiendo el trance con su voz.
.
.
.