El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 785
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Capítulo 785:
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Llegó la voz de Moses, rebosante de emoción. «Nate, acabamos de aterrizar un envío masivo. ¡Vamos a hacer una fortuna!»
Mientras Moses prácticamente irradiaba entusiasmo, Nate permanecía imperturbable, con una expresión ilegible. «Pon a Zack en la línea.»
Moisés no dudó y le entregó el teléfono. «Toma, es para ti».
Zack cogió el teléfono con una sonrisa de satisfacción, con un cigarrillo colgando entre los dedos. «Este cargamento es demasiado grande para moverlo en silencio. Si Jonathan se entera, nos enfrentamos a otra guerra total».
Era un cargamento valorado en decenas de miles de millones.
Los ojos de Nate se oscurecieron, un destello helado brillando a través de ellos. «¿Realmente necesito enseñarte cómo manejar a alguien como él?»
Zack soltó una risita baja, exhalando una columna de humo. «Entendido».
Para empezar, nunca fueron los buenos, y manejar a gente como Jonathan -que era igual de despiadado- era algo natural para ellos.
Al terminar la llamada, Nate volvió al sofá y encontró a Corrine profundamente dormida.
La observó durante un largo momento, con una sonrisa tranquila en la comisura de los labios. Con un suave suspiro, murmuró: «Esta mujer sin corazón… Después de todo este tiempo juntos, ¿cómo no se ha dado cuenta de que soy ese tipo?».
En las tranquilas profundidades de su sueño, Corrine se encontró a la deriva a través de un sueño que se sentía casi tangible, como si se estuviera deslizando a través de las costuras de la realidad. Se vio transportada a aquella larga y angustiosa noche en Forestvale, cinco años atrás.
El aire estaba cargado de un acre olor a sangre y pólvora. Los cuerpos caídos, víctimas de la violencia desatada, se retorcían en agonía sobre la fría tierra. Por muy rápido que disparara, la muerte siempre iba un paso por delante. Era un brutal recordatorio de su impotencia, un cruel espectador de la fugacidad de la vida.
Justo cuando la duda empezaba a asentarse, una bala atravesó el aire, precipitándose hacia ella con intención mortal. Antes de que pudiera reaccionar, una sombra se abalanzó sobre ella, la abrazó y la tiró al suelo. El impacto hizo que se estrellaran contra la ventana del sótano, cayendo al oscuro abismo de un viejo y olvidado sótano.
El lugar era un vacío ennegrecido, como si la propia oscuridad se lo hubiera tragado todo. Un olor tenue e inquietante flotaba en el aire, y el susurro de peligros invisibles resonaba en los rincones de la habitación.
Aunque las sombras oscurecían su visión, los instintos de Corrine se dispararon. Sentía que el peligro se acercaba sigilosamente, como un depredador. Su cuerpo se tensó, listo para la acción, pero cuando se llevó la mano al costado, sólo encontró el vacío. Su daga había desaparecido.
Percibiendo su inquietud, el hombre que estaba a su lado habló con voz firme y suave, como una brisa calmada en un sofocante día de verano. «No se preocupe.
«¿Eres de Chadand?» La cadencia familiar de su voz trajo una pizca de consuelo al ansioso corazón de Corrine.
Su respuesta fue un sutil murmullo, un leve reconocimiento, pero bastó para tranquilizarla. Durante el resto de aquella tumultuosa noche, él fue como un guardián silencioso, protegiéndola de cualquier daño, creando un santuario en medio de la tormenta.
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