El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 750
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Capítulo 750:
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El asistente asintió pensativo. «Sólo espero que no malgaste sus esfuerzos».
Andrómaca soltó una risita silenciosa, un sonido entre divertido y algo más, algo más frío. «No me sorprendería que ya se hubiera olvidado de mí».
Su tono era suave, pero la burla que contenía era inconfundible.
Y, tal como había predicho, Leah ya estaba obsesionada con algo totalmente distinto.
Sus dedos bailaron sobre la pantalla de su teléfono mientras marcaba el número de Bruce una y otra vez. No contestaba. La frustración le atenazó el pecho. Con un gruñido, tiró el teléfono al suelo.
Antes de que pudiera serenarse, la puerta se abrió de golpe. Sonia entró corriendo, sin aliento, con el rostro tenso por la urgencia.
A Leah se le retorció el estómago al verlo. «¿Qué ha pasado?», preguntó.
Sonia dudó medio segundo antes de asestar el golpe. «La junta exige que des una rueda de prensa. Quieren que te disculpes públicamente por tus acciones. Y…»
«¿Qué más han dicho?» Los ojos de Leah se clavaron en Sonia, su mirada aguda al notar la vacilación que parpadeaba en la expresión de su madre. Incapaz de contener la tormenta que se estaba gestando en su interior, exigió: «¿Qué más? Dímelo ya».
Sonia dudó un momento, con el rostro ensombrecido por la preocupación. «Dijeron… dijeron que debías dejar la dirección de la empresa», admitió finalmente.
Las palabras golpearon a Leah como un tren de mercancías. Sintió como si el mundo a su alrededor se inclinara y el suelo cediera. Su visión se nubló y, por una fracción de segundo, perdió el equilibrio.
«¡Leah!» Sonia se apresuró a su lado, su preocupación evidente mientras la atrapaba justo a tiempo.
Leah se estabilizó y agarró la mano de Sonia con desesperación. «Mamá, no puedo renunciar. No lo haré».
El peso de la situación la presionaba. En menos de una hora, había perdido el apoyo de sus fans, destrozado su imagen pública e incluso levantado las sospechas de Bruce.
Apartarse ahora de la empresa significaría perderlo todo.
«Lo entiendo», dijo Sonia en voz baja, con los ojos llenos de simpatía. «Pero los accionistas… amenazan con retirar sus inversiones. Tu padre… no tiene elección».
Leah cayó en la cuenta como un rayo.
Conocía demasiado bien la naturaleza de esos accionistas, buitres despiadados y sedientos de sangre a los que sólo les importaban sus beneficios.
Si se negaba a marcharse, podrían cumplir su amenaza de retirarle los fondos.
Esta medida asestaría un golpe mortal a Burgess Group.
Leah se desplomó en el sofá, con la cara descolorida, y el peso de todo se le clavó en el pecho.
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