El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 743
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Capítulo 743:
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El recinto se convirtió en un caos.
Leah, que antes se había mantenido erguida, disfrutando del apoyo de todos, ahora se enfrentaba al predicamento de ser condenada al ostracismo.
Pensaba que sus fans eran su arsenal, listos para defenderla a sus órdenes.
No sabía que la misma fuerza que la levantaba también podía derribarla.
Cuando sus fans descubrieron su fachada, se negaron a seguir siendo manipulados. En lugar de eso, volvieron su agudeza contra ella, hiriéndola profundamente.
Luna se paró en el escenario, mirando el rostro ceniciento de Leah. «Señorita Burgess, ¿tiene algo que decir ahora?», preguntó, con una leve sonrisa dibujada en los labios.
Leah volvió a la realidad de un salto al oír aquella alocución directa, y sus ojos parpadearon de pánico.
Cuando vio la sonrisa en la cara de Luna, su ira estalló como un incendio. «¡Bruja!» Se lanzó hacia delante, incapaz de mantener la compostura. Pero al dar un paso, alguien la agarró de la muñeca.
Leah se giró instintivamente y se encontró mirando fijamente los ojos oscuros y penetrantes de Bruce. El corazón se le apretó de repente.
El rostro cincelado de Bruce era frío como la escarcha, sus ojos como estanques sin fondo, emitían una nitidez escalofriante.
Entrecerró los ojos y apretó con fuerza la muñeca de Leah. «Leah, ¿qué está pasando aquí?», preguntó con una voz de escalofriante indiferencia.
Leah tartamudeó, sin palabras. «No lo sé».
«¿No lo sabes?» repitió Bruce con calma. «¿Entonces cómo explicas esta grabación?».
«YO, YO…» Leah volvió a tartamudear, las pestañas le temblaban sin control, los dientes mordiéndose el labio, demasiado nerviosa para encontrarse con su mirada. «¡Me han tendido una trampa!» La repentina aparición de la grabación había hecho que Leah entrara en pánico, aunque recordó que Luna se había dejado el teléfono encima de la mesa cuando se marchó a toda prisa.
Leah llegó a la conclusión de que Luna no podía haber hecho la grabación.
Además, la pista era grande y, a pesar de la presencia de cámaras, éstas no cubrían todos los ángulos.
Esto llevó a Leah a creer que la grabación tenía que ser falsa.
«¡Es falsa! Bruce, ¡esta grabación es falsa!», exclamó, con los ojos iluminados por la emoción de la reivindicación, agarrándose al brazo de Bruce como a un salvavidas.
Bruce permaneció en silencio. Tenía las cejas fruncidas mientras la miraba, con una mirada de profunda contemplación o de juicio.
El corazón de Leah se agitó con inquietud bajo su intenso escrutinio.
«Bruce, tú me conoces. Ni siquiera puedo soportar la idea de hacer daño a un animal. ¿Cómo podría hacer algo tan horrible?», suplicó, agarrándole la mano con fuerza.
Luna escuchó la declaración de Leah y soltó una risita desdeñosa.
Su risa, aunque breve, estaba cargada de mordaz sarcasmo.
Se maravilló de la audacia de Leah para mantener su inocencia.
La expresión de Leah se ensombreció y sus ojos penetraron a Luna.
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