El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 717
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Capítulo 717:
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«Señorita, ¿son suficientes diez mil?», le preguntó un empleado, evaluándola con una sonrisa educada y práctica.
Corrine sopesó las fichas que tenía en la mano, con expresión impasible. «Suficiente», respondió.
Luego recorrió el gran salón, observando el fastuoso entorno, antes de instalarse en una mesa de blackjack. Las reglas del Blackjack eran sencillas: los jugadores robaban cartas por turnos, sumaban sus puntos y decidían si se arriesgaban a robar más.
Llegar a 21 era el objetivo, pero superarlo significaba una derrota segura. Si nadie en la mesa superaba los 21 puntos, ganaba el que tuviera el total más alto. En el fondo, el juego se basaba en la suerte.
Muy pronto, Corrine recibió dos cartas. Sin pensárselo dos veces, sacó todas sus fichas. «¡Todo dentro!»
En cuanto las palabras de Corrine sonaron, todos los ojos se volvieron hacia ella.
No fueron sólo sus palabras las que llamaron la atención, sino su rostro, de una belleza casi etérea. Sin embargo, la multitud no estaba nada impresionada. El desdén ondulaba en el aire como un viento frío. Una voz rompió el silencio con una mueca. «Oiga, señora, este no es su escenario para actuar. ¿Por qué no viene aquí y yo cubro sus pérdidas?».
Una segunda voz intervino con risa burlona: «Larry, ¿no tienes ya demasiados años para molestarla?».
En medio de sus abucheos, Corrine sigue siendo una imagen de la calma, su expresión no traiciona ningún signo de que haya oído una palabra.
La multitud, al darse cuenta de que sus burlas no surtían efecto, acabó por callarse.
Tras dos rondas de juego, Corrine no sólo había evitado las trampas de perderlo todo, sino que había convertido su modesto montón de diez mil fichas en una auténtica fortuna.
Este espectáculo no escapó a la atenta mirada de los presentes en la sala de vigilancia.
«Regístrenla», ordenó Bleacher, señalando al hombre vestido de negro que estaba a su lado.
Justo cuando el hombre hizo un movimiento, la voz del hombre rubio sentado en el sofá cortó la tensión.
«¿Por qué tanta prisa?»
Bleacher disparó un rápido 100k en el infierno.
El hombre del sofá, con sus largas piernas colgando despreocupadamente del borde de la mesa, hacía girar un anillo en su dedo con la despreocupación que sugería que tenía todo el tiempo del mundo. Sus ojos ámbar brillaban con una chispa de diversión.
«Envía a alguien para que la vigile. Por si a alguien se le ocurre algo raro».
No era inaudito que en un casino la gente hiciera tonterías movida por la desesperación o la envidia.
Bleacher se vio momentáneamente sorprendido.
¿Por qué parecía como si su jefe hubiera desarrollado… un interés en esta mujer? ¿Podría ser que el Infierno se hubiera encariñado con la mujer de Nate?
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