El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 705
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 705:
🍙🍙🍙🍙🍙
Mientras comían, Nate separó suavemente las cebolletas de su cuenco, de forma deliberada y reflexiva.
«¿A qué sabe?», le preguntó, con un deje de nerviosismo en la voz, mientras sus ojos parpadeaban hacia ella.
Corrine se relamió y se limpió juguetonamente la comisura de los labios.
«Delicioso».
Su pequeño gesto involuntario de lamerse los labios despertó algo dentro de Nate, su pecho se tensó y su mirada se ensombreció en respuesta.
Después de cenar, Nate levantó sin esfuerzo a Corrine y la llevó al dormitorio.
Estaba a punto de meterse en la ducha cuando sonó su teléfono, rompiendo el ambiente tranquilo.
Era Karina.
«Corrine, el vestido de novia de Willa está casi terminado. Deberías venir a echarle un vistazo cuando puedas». La voz de Karina sonó a través del teléfono.
Corrine la saludó y continuó hacia el baño, sin prisa.
«Ah, por cierto», añadió Karina, «he oído que este año se celebra en Lyhaton el concurso trienal de moda. ¿Te interesaría participar?».
El rostro de Corrine seguía siendo una máscara tranquila, su respuesta suave y serena.
«No me interesa».
Diseñar siempre había sido para ella un pasatiempo, una salida creativa fugaz más que un medio para perseguir el reconocimiento.
La expresión de Karina reflejaba una ligera decepción, aunque estaba lejos de sorprenderse.
Después de todo, Corrine nunca había mostrado inclinación por la fama o la fortuna.
«Si eso es todo, te dejaré marchar», dijo Corrine, con voz cálida pero firme.
Al otro lado de la línea, Karina soltó una risita alegre.
«Lo entiendo, lo entiendo. Una noche romántica no tiene precio».
Con esas palabras, la llamada terminó, dejando sólo el suave zumbido de la tranquila tarde detrás de Corrine mientras se preparaba para la noche que le esperaba.
El sol de la mañana apenas había estirado los brazos cuando Corrine terminó su rutina y bajó a desayunar. Mientras comía, su mirada se desvió hacia Nate, con los pensamientos ya puestos en el día que tenía por delante.
«¿Estaría bien si me prestas tu coche más tarde?» Aprovechando al máximo su tiempo de recuperación, tenía intención de visitar el estudio y comprobar el progreso del vestido.
«Sírvete cualquiera de las que hay en el garaje», contestó Nate, con tono despreocupado pero generoso.
Una chispa de emoción bailó en los ojos de Corrine. El garaje de Nate presumía de tener un montón de coches, más incluso que la impresionante colección de Jules, llenos de joyas raras que valían una fortuna. Se apresuró a terminar su comida, y la expectación aceleró su paso. Pero en cuanto eligió un coche, Nate echó por tierra sus planes sentándose en el asiento del conductor.
«¿Vas a conducir hoy?» Corrine enarcó una ceja, deteniéndose delante del coche.
Nate esbozó una sonrisa.
«Siempre a su servicio, como su chófer personal».
La mente de Corrine no podía dejar de admirar la ironía. Tener a alguien tan rico y distinguido como Nate a su entera disposición era casi surrealista. No se le escapaba el pensamiento; lo sentía como un privilegio. Con Nate al volante, Corrine llegó al estudio nupcial sin contratiempos.
.
.
.