El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 699
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 699:
🍙🍙🍙🍙🍙
«Prueba esto», interrumpió la voz tranquila de Nate, ofreciéndole a Corrine la manzana pelada. Miró entonces a Andrómaca, con los ojos distantes y una frialdad glacial.
«Para que un seguidor actúe con arrogancia, al menos debería saber quién es su líder».
«El amo lo es. Si el maestro no puede protegerse a sí mismo, ¿por qué se preocupan por el seguidor? »
La sonrisa de Andrómaca vaciló, sus ojos se entrecerraron y la frialdad se filtró en ellos. Sin embargo, sus labios mantenían la misma sonrisa, fina y peligrosa.
«Nate, ¿qué estás insinuando?»
La mirada de Nate se volvió aún más fría mientras se limpiaba cualquier rastro de zumo de manzana en los dedos. Su voz, quebradiza y aguda, era como un viento invernal cortando el aire.
«Estoy diciendo exactamente lo que parece. Te he tratado con cortesía, como se debe respetar a un anciano. Pero si no valoras eso, entonces no perderé mi tiempo pretendiendo que tenemos lazos familiares».
La expresión de Andrómaca se tensó, sus dedos agarraron la tela del sofá con tanta fuerza que sus uñas dejaron marcas. La voz le salió en un chasquido agudo.
«Nate, soy tu tía.»
Andrómaca era la hija de Evelyn, la hermana biológica del padre de Nate, un hecho que no permitía que nadie olvidara.
Cuando sus palabras resonaron en la habitación, se instaló una inquietante quietud que amplificó el sonido de Corrine al dar un delicado mordisco a su manzana. El crujido crujiente sonó, pero no interrumpió el silencio, casi parecía pertenecer a él, añadiendo un toque de elegancia a la tensión.
Los ojos de Nate se ablandaron ligeramente al observar a Corrine, sus movimientos tan refinados como los de un gato persa real saboreando tranquilamente un bocado.
Pero sus palabras, más frías que un viento helado de invierno, iban dirigidas directamente a Andrómaca.
«Si no sabes comportarte como el resto de la familia, estaré encantada de enseñarte. E incluso si la abuela se entera, dudo mucho que tenga alguna objeción».
El tono de Nate era lento e indiferente, impregnado de una inquietante intimidación que provocó un escalofrío en el ambiente. En cuanto pronunció sus palabras, el silencio se abatió sobre la habitación como una ola helada, sofocante y absoluta, como si la temperatura hubiera descendido en un instante.
Andrómaca lo sintió. La aguda sacudida del shock hizo que sus pupilas se contrajeran como el obturador de una cámara al cerrarse. Después de todo, Nate había sido entrenado por su abuelo, Ralph Hopkins. Bajo aquella serenidad exterior se escondía una fuerza tan opresiva que sentía como un peso que le oprimía el pecho y le dificultaba la respiración.
Su mirada se agudizó y se clavó en él. Por fuera, era la viva imagen del aplomo, de rasgos refinados e inmóviles, pero había en él un borde sombrío, algo frío y siniestro que se aferraba al aire que le rodeaba.
«¡Nate, te reto a que me pongas un dedo encima!» La voz de Andrómaca era suave, cuidadosamente medida, pero el ligero temblor la delataba. El miedo que latía bajo la superficie era imposible de reprimir.
Andrómaca sabía que si Nate decidía perder el control, ni siquiera los lazos de sangre podrían contenerlo. No había olvidado cómo se abrió camino hasta su posición actual, ni cómo había desmantelado la resistencia de los tíos que osaron oponerse a su ascenso.
Nate levantó la mirada. Era oscuro, impenetrable, como la superficie de un lago helado.
«Adelante. Pruébame».
Las palabras eran ligeras, sin esfuerzo, pero golpearon a Andrómaca como un peso de mil libras, robándole el aliento de los pulmones. Apretó los dientes y tragó con fuerza, conteniendo el resentimiento que le arañaba la garganta.
.
.
.