El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 642
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Capítulo 642:
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Era una advertencia velada, además de una sugerencia sincera.
Pero Judie, animada por el apoyo del público, prefirió ignorarlo.
Entre los espectadores, Callie permaneció en silencio, pero no era ciega a la tormenta que se avecinaba.
Los hombres de la familia Ford protegían ferozmente a Corrine.
Si este incidente llegara a sus oídos, las consecuencias serían catastróficas.
Peor aún, podría tensar la relación entre las familias Ford y Seymour.
Y si eso sucediera, la culpa recaería directamente sobre los hombros de Judie.
Callie suspiró.
«¿Qué te parece esto? Haré que alguien del estudio te traiga una bata enseguida. No hay necesidad de dejar que esto arruine tu día».
Pero Judie se burló.
«¿Y si digo que no?»
Una voz baja y fría como el hielo cortó el aire.
«Entonces veremos si tu familia está dispuesta a sacrificar su futuro por ti».
La multitud se paralizó.
El aire se volvió denso, sofocante, y todas las cabezas se dirigieron hacia la fuente de la voz.
Nate.
Su sola presencia bastó para quitarles el color de la cara. Sus expresiones se endurecieron y el pánico centelleó en sus ojos.
Nadie esperaba que apareciera, y mucho menos que se pusiera del lado de Corrine sin vacilar.
No necesitó levantar la voz. El hombre desprendía un aura intimidatoria.
Era casi imposible encontrar su mirada.
El peso de su mirada presionó a la multitud, aumentando la tensión en el aire hasta un grado insoportable.
Corrine, momentáneamente estupefacta, se le quedó mirando.
¿No se suponía que estaba en una reunión?
A su lado, Karina le dio un codazo en el hombro, conteniendo a duras penas su diversión. Una lenta sonrisa se dibujó en sus labios.
«Vaya, vaya. Parece que tu caballero de brillante armadura ha llegado».
Su mirada se dirigió de nuevo a Judie, ansiosa por ver cómo la astuta intrigante planeaba salirse con la suya.
Judie no podía moverse, no podía respirar. En cuanto puso los ojos en Nate, sintió como si le hubieran echado un cubo de hielo encima, calándole hasta los huesos.
Entreabrió los labios, temblorosa, y se atragantó,
«Sr. Hopkins…»
Nate se acercó a Corrine, llevaba una camisa negra con las mangas remangadas lo justo para dejar ver sus fuertes antebrazos y el brillo de un reloj caro.
El ambiente cambió en cuanto llegó. Un pesado silencio se apoderó de la zona, denso y opresivo, que dificultaba la respiración.
Su ritmo era pausado, pero cada paso golpeaba como un martillo en el corazón de los presentes.
Temiendo las repercusiones para sus familias, todas las miradas se volvieron hacia Judie.
Si había alguien con el estatus suficiente para calmar la situación, aparte del propio Nate y Corrine, era ella.
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