El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 611
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Capítulo 611:
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La mera mención del nombre de Nate bastaba para provocar escalofríos a cualquiera que conociera los rumores. Le había granjeado innumerables enemigos, enemigos que no se detendrían ante nada para acabar con él. Si Corrine se quedaba con él, se vería arrastrada de vuelta al Continente Independiente, un lugar muy alejado de la vida que había imaginado. En el mejor de los casos, sería una vida llena de peligros, donde cada paso estaría ensombrecido por el engaño. En el peor, podría convertirse en una zona de guerra.
La familia Ford nunca se quedaría de brazos cruzados, viendo a Corrine caminar hacia tal peligro.
Los ojos de los dos hombres se cruzaron, un par lleno de sospecha y juicio, el otro velado por una oscuridad impenetrable.
En la habitación reinaba un silencio incómodo.
Después de lo que pareció una eternidad, la voz de Nate finalmente atravesó la quietud, fría e inquebrantable.
«Mientras yo respire, nadie le pondrá una mano encima».
Sus palabras eran mesuradas, pero tenían un peso innegable, como la calma que precede a la tormenta, una advertencia silenciosa que lo dice todo.
El corazón de Jayden dio un vuelco y sus ojos vacilaron al encontrarse con los de Nate. Si cualquier otra persona hubiera pronunciado esas palabras, Jayden las habría descartado como amenazas vacías. Pero con Nate no había lugar para la duda.
Nate era una fuerza de la naturaleza: implacable, inflexible y despiadado, incluso con los que compartían su sangre. El poder que ejercía no nacía de la riqueza o el estatus, sino que se forjaba a través de innumerables luchas, los sacrificios de otros y la implacable rutina que le permitía estar por encima de todo.
Las promesas de hombres como Nate nunca se hacían a la ligera. Cuando hablaban, era como si las palabras estuvieran grabadas en piedra, tan vinculantes como un juramento de sangre. El mundo podía desafiarlo, pero nunca doblegarlo. Y nadie -ni siquiera el destino mismo- haría daño a Corrine mientras él aún respirara. Parecía una afirmación sencilla, pero Nate se estaba jugando la vida.
El agarre de Jayden sobre el cristal se tensó, el peso de la declaración de Nate presionándole.
Tras un largo y pesado silencio, la voz de Waldo volvió a romper la tensión.
«¿Estás realmente seguro de esto? Pase lo que pase, ¿no te arrepentirás de esta decisión?»
La pregunta parecía sencilla, pero tenía un peso que sólo Nate podía comprender plenamente.
Nate levantó la mirada y se encontró con los ojos de Jayden con serena determinación. Su voz era firme, inquebrantable.
«Nadie en este mundo tiene el poder de decidir mi destino».
Lo que impresionó a Jayden no fue solo la confianza que desprendían sus palabras, sino la presencia que había detrás de ellas. El aire pareció cambiar, impregnado del aura innegable de alguien que controlaba todos los aspectos de su propio destino.
A Jayden se le apretó el pecho al darse cuenta. En ese momento, Jayden comprendió por qué tantos temían a Nate. No era sólo su poder o su influencia. Era su confianza absoluta e inquebrantable, una certeza que nada ni nadie podía cuestionar.
Por fin, tras una larga pausa, Jayden volvió a hablar, con voz más suave, teñida de resignación.
«Espero que tu palabra sea tan firme como tu resolución».
Mientras tanto, Corrine estaba sentada frente a Carl, con la mente distraída moviendo las piezas del tablero.
«Corrine, has vuelto a perder», comentó Carl con una sonrisa despreocupada. Una leve sonrisa de complicidad se dibujó en la comisura de sus labios al mirarla.
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