El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 607
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 607:
🍙🍙🍙🍙🍙
«No es gran cosa. Le daré un masaje adecuado más tarde».
Tanya exhaló dramáticamente.
«Los jóvenes nunca os cuidáis. Si se ignoran las lesiones leves, pueden provocar problemas a largo plazo. Tengo un aceite de hierbas tradicional de mi pueblo que funciona de maravilla para los esguinces. Déjame ir a buscarlo».
«Tanya, de verdad, no es tan grave. No te preocupes», se apresuró a decir Corrine, cuya vergüenza alcanzaba nuevas cotas. Ahora comprendía lo que significaba encontrarse en una situación incómoda y sin salida.
Y justo cuando pensaba que no podía ir a peor, oyó la risita tranquila de Nate.
Giró la cabeza hacia él. Con una mirada irritada, cogió un pañuelo y se lo lanzó a la cara.
«¿Cómo puedes tener el valor de reírte de esto?»
«Está bien, no me reiré. Culpa mía», dijo con voz indulgente. Pero la sonrisa burlona que se dibujó en la comisura de sus labios lo delató.
Media hora más tarde, tras terminar de comer, los dos salieron juntos de casa.
Corrine fue al hospital a visitar a Carl. Al salir, vio que Nate permanecía junto al vehículo sin hacer ademán de irse. Frunció el ceño.
«No estarás planeando visitar a mi abuelo, ¿verdad?»
Nate arqueó una ceja, con un brillo juguetón en los ojos.
«¿Por qué no?»
Corrine se quedó mirándole, momentáneamente sin habla. Ambos sabían lo que implicaría que los vieran juntos en el hospital.
No es que no quisiera reconocer su relación. Sólo era prudente, sobre todo ahora que Carl seguía delicado de salud. Al fin y al cabo, él se había empeñado en cancelar su acuerdo matrimonial.
La mirada de Nate se clavó en la de Corrine, una comprensión tan afilada como una hoja parpadeando tras las sombras de sus ojos, como si pudiera ver directamente a través de su alma.
Con un movimiento suave y deliberado, extendió un dedo y se lo pasó por la mejilla.
«No te preocupes», dijo, con voz tranquila y firme.
«Sé exactamente lo que estoy haciendo».
«Es que… Temo que volvamos a disgustar al abuelo…» murmuró Corrine, su voz apenas por encima de un susurro.
Desde el fallecimiento de su madre, Corrine había sido expulsada de la familia Holland. No sólo había perdido a la persona más cercana en su vida, sino también el lugar que una vez llamó hogar.
Ahora, sólo un puñado de personas en este mundo le importaban de verdad, y Carl era una de ellas. Si algo le ocurría a Carl por su culpa, sería un peso que nunca podría soportar.
Nate la estrechó entre sus brazos y la abrazó con firmeza, tan cálido e inflexible como los rayos del sol en una mañana fría. Se inclinó y le dio un suave beso en la frente.
«Sé qué decir y qué no», la tranquilizó.
«Entonces, vámonos», respondió ella, con voz firme a pesar de la incertidumbre de su corazón.
Nate asintió, la decisión clara en sus ojos.
.
.
.