El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 604
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 604:
🍙🍙🍙🍙🍙
Cuando regresaron a Celtis Estate, Corrine se dirigió directamente al baño. Cuando salió, envuelta en un albornoz holgado, vio a Nate en el balcón, con el teléfono pegado a la oreja.
Estaba de espaldas a la sala, con una mano apoyada ligeramente en la barandilla. Incluso en una postura sencilla, tenía un aire de elegancia sin esfuerzo, distante, intocable.
Como si percibiera su presencia, Nate se volvió y la miró. Por un breve instante, el frío distanciamiento de sus ojos se suavizó hasta convertirse en algo inesperado. Algo peligrosamente tierno.
Corrine levantó una toalla y se secó suavemente el pelo húmedo.
El movimiento hizo que el escote de su bata se moviera ligeramente, revelando la suave curva de su clavícula, la piel de su pecho apenas oculta bajo la tela.
La mirada de Nate se oscureció, adquiriendo una intensidad ilegible. Sin vacilar, acortó la distancia que los separaba.
A medida que se acercaba, el aroma de ella -delicado, como el de las rosas besadas por el rocío de medianoche- inundó sus sentidos. Era fresco pero evasivo, una contradicción que le intrigaba.
Inclinándose, enterró la cara en el pliegue de su cuello, inhalando profundamente. Su mano ancha se deslizó alrededor de su cintura, presionando ligeramente la fina tela. Le dio un beso breve pero deliberado en los labios, sin prisas, como un reclamo.
La conversación al otro lado de la llamada continuó, pero la voz de Nate permaneció impasible cuando finalmente respondió: «Entendido, abuela».
Corrine parpadeó.
«¿Tu abuela?», preguntó sorprendida.
«¿Todavía está despierta tan tarde?»
Nate asintió débilmente.
«Andrómaca cenó con ella esta noche».
Corrine tarareó en señal de comprensión y se acercó al tocador, cogiendo sus productos para el cuidado de la piel.
A través del espejo, vislumbró a Nate recogiendo la camisa que había comprado.
«¿Quieres probártelo?», preguntó con indiferencia.
Nate levantó la mirada y se encontró con la de ella a través del reflejo. Luego, sin mediar palabra, empezó a desabrocharse la camisa, botón a botón. Los dedos de Corrine se detuvieron sobre su frasco de cuidado de la piel.
«¿Necesitas… algo de intimidad?», preguntó ella, con el calor subiendo a sus mejillas.
Intentó apartar la mirada, pero sus ojos tenían mente propia y volvieron a él.
Un botón. Luego otro.
Con cada movimiento, lento y practicado, se descubría más de su tonificada piel. Músculos suaves y definidos se estiraban bajo la tela, dejando a la vista las marcadas líneas de su abdomen.
Tragó saliva, con la respiración entrecortada. No fue hasta que el tóner de su mano rebosó, derramándose entre sus dedos, que volvió a la realidad.
Nerviosa, dejó el frasco en el suelo y, distraída, comenzó a aplicarse el producto en la cara, con el corazón martilleándole en el pecho. En ese momento, comprendió por fin que la belleza podía llevar a los reyes a la ruina.
Corrine levantó la mirada una vez más, pero se quedó inmóvil cuando una sombra se cernió tras ella: Nate, de pie y sin un susurro que anunciara su llegada.
En sus labios se dibujaba una sonrisa cómplice, pero sus ojos eran algo totalmente distinto: oscuros, intensos, como un abismo que podría tragársela entera si no tenía cuidado.
.
.
.