El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 586
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Capítulo 586:
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En el mundo jurídico, Waldo Ford era un nombre que inspiraba respeto y temor. Todos los casos de los que se ocupaba acababan en victoria. A lo largo de los años, había anulado innumerables condenas injustas y salvado vidas que, de otro modo, se habrían perdido por culpa de la injusticia. Tenerle como oponente era como presentarse ante un tribunal con la soga al cuello.
Los ojos de Leah parpadearon al ver a Waldo. Un destello frío cruzó su mirada, ilegible pero afilada como una cuchilla. Se volvió hacia Decker, con voz engañosamente tranquila.
«Estabas tan confiado antes, jurando que ganarías esto por mí».
Decker tragó con fuerza, con la garganta repentinamente seca.
«¡Pero nunca mencionaste que Waldo Ford sería mi oponente!»
Se removió inquieto en su asiento, resistiendo el impulso de recoger sus cosas y marcharse mientras aún podía. Su mente le pedía a gritos que cortara por lo sano y se marchara, pero ya era demasiado tarde.
«Srta. Burgess, necesito que sea sincera conmigo. ¿Fue usted realmente agraviada en el caso de acoso escolar del instituto Pinetree?»
Leah inclinó ligeramente la cabeza, sin poder leer su expresión. Un sutil escalofrío recorrió su voz.
«¿Acaso importa a estas alturas?» Inhaló lentamente, exhalando como si dejara que sus siguientes palabras se asentaran como un movimiento calculado en una partida de ajedrez.
«Tienes que entender que ahora estamos juntos en esto. Incluso si lo hice, tienes que actuar como si no lo hubiera hecho.»
Decker sintió un peso frío en el estómago. Lo había sospechado, pero oírla decirlo tan claramente le obligó a enfrentarse a la realidad que había estado intentando ignorar.
Su mandíbula se tensó.
«Señorita Burgess, permítame ser claro. Lucharé por usted, pero no puedo prometerle que saldrá ilesa de esto. Debería prepararse para las consecuencias».
Leah soltó una risita suave y sin gracia.
«Decker, si el dinero puede arreglarlo, entonces no es un problema real».
Waldo no tardó en tomar la palabra, presentando sus pruebas bien preparadas con precisión y sin esfuerzo. Sus palabras, afiladas e inflexibles, cortaron todos los puntos débiles de la defensa como una cuchilla a través de la seda. Decker apenas podía articular palabra, forzado al silencio por la imponente presencia de Waldo y su implacable lógica.
Cuando cayó el martillo, el veredicto era definitivo. Leah fue condenada a pagar a Jolene doscientos mil dólares por daños y perjuicios y cuatrocientos noventa y seis mil dólares al matrimonio Pinetree por pérdidas económicas. Además, tuvo que indemnizar a la pareja con otros doscientos mil dólares por angustia emocional y cubrir todos los gastos legales.
Las imágenes del juicio corrieron como la pólvora por Internet. Los internautas celebraron la sentencia, calificándola de justicia largamente esperada.
Sentada en la tribuna, Corrine observa el desarrollo de los acontecimientos con tranquila satisfacción. Con una pierna cruzada sobre la otra, apoyó ligeramente las manos en la rodilla y en sus labios se dibujó el más leve atisbo de una sonrisa. Leah sintió el peso de la mirada de Corrine sobre ella, evaluadora, casi divertida. La humillación la quemó como un ácido.
Sus manos se cerraron en puños y sus uñas se clavaron en las palmas. Esto no acabaría aquí. Algún día, Corrine pagaría por esto.
Con un resoplido frío, Leah se levantó y salió de la sala, con los tacones chocando bruscamente contra el suelo pulido.
Tras el juicio, el matrimonio Pinetree se acercó a Jolene con el rostro lleno de remordimientos.
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