El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 582
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Capítulo 582:
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«¿Todavía molesta?», susurró.
Nate bajó un poco la cabeza y su aliento frío se mezcló con el de ella.
«Sólo me pregunto cuándo confiarás más en mí», respondió, con tono abatido.
Sabía que ella prefería enfrentarse sola al peligro antes que pedirle ayuda de inmediato.
«Confío en ti», afirmó Corrine, soltándose del abrazo de Nate. Se apoyó en las manos y lo miró. Su ceño se frunció ligeramente, como si estuviera sumida en sus pensamientos.
En realidad, Corrine rara vez dejaba que alguien entrara en su vida, pero Nate era una excepción. No esperaba que aquel hombre fuerte y asertivo irrumpiera en su mundo y le aportara una calidez que no sabía que necesitaba.
«Es sólo que, con los años, me he acostumbrado a depender sólo de mí misma», explicó suavemente.
Tras ser acogida por la familia Ford de niña, Corrine había pasado mucho tiempo buscando su equilibrio. Cada día se sentía en la cuerda floja. Le preocupaba que un paso en falso la volviera a llevar al rechazo.
Aunque los Ford la trataban bien, no podían llenar el vacío que había dejado su pasado. Ser abandonada por la familia Holland a una edad tan temprana le había enseñado a valerse por sí misma en lugar de depender de los demás. Incluso cuando los demás le mostraban amabilidad, le resultaba difícil confiar en nadie. Para ella, nadie era más fiable que ella misma.
La mirada de Corrine contenía un atisbo de duda.
«Me alegró mucho que llegaras a tiempo hoy», añadió tras una larga pausa, esforzándose por encontrar las palabras adecuadas para darle las gracias.
Nate volvió a rodearla con los brazos y le acarició suavemente la mejilla.
«Cuando la novia está en peligro, el trabajo del novio es estar allí». Su voz grave dejaba entrever una sonrisa.
«No hay tantas obligaciones en la vida», dijo Corrine, suavizando su tono al estudiarle.
«Nunca me debiste nada, así que no existe tal deber».
La mirada de Nate se hizo más profunda al mirar sus hermosos y claros ojos.
«Pero yo quiero», dijo, con su nuez de Adán moviéndose.
Le rozó la mejilla y le besó los labios. Su aliento, suave pero dominante, envolvió a Corrine en una calidez ineludible.
Al momento siguiente, el dobladillo de su camisón se levantó bajo la mano de él, haciéndole estremecer la piel. Sus besos bajaron y, al cabo de un rato, apoyó la frente en la de ella.
«Duérmete ya», murmuró con voz profunda y magnética, con los ojos ardientes de deseo.
Corrine yacía en sus brazos, con el corazón agitado. Aunque habían compartido la cama varias veces, su relación no se había consumado. Nate siempre había respetado sus límites, anteponiendo su comodidad a todo lo demás, y aquella firme seguridad la conmovía más de lo que podía expresar.
En la silenciosa habitación, su respiración sincronizada era el único sonido.
«Nate, ¿y si te dijera que estoy lista… para eso?» Corrine soltó de repente.
Inmediatamente se arrepintió y se mordió el labio avergonzada.
Al no obtener respuesta, supuso que Nate se habría dormido. Dio un pequeño suspiro de alivio y casi cerró los ojos cuando oyó su voz.
«No puedes esperar, ¿verdad?», bromeó.
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