El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 563
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Capítulo 563:
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«Pase lo que pase, seguirás teniéndome a mí», murmuró, con voz baja y firme, cada palabra calando en ella como una promesa silenciosa.
Sus fríos dedos recorrieron la curva de su frente hasta llegar a su mejilla, como si memorizaran cada detalle. El leve roce le produjo un escalofrío, un calor estremecedor que floreció bajo su piel.
Corrine lo estudió un momento y luego sus labios se curvaron en una sonrisa juguetona.
«Cuando te necesite, no dudaré en pedírtelo».
Antes de que él pudiera responder, ella se inclinó y capturó sus labios con los suyos.
El coche continuó su suave viaje a través de la noche, y finalmente se detuvo en Celtis Estate.
Nate salió y volvió a coger a Corrine en brazos sin esfuerzo antes de entrar sin decir palabra.
Más tarde, recién salida de la ducha, Corrine se pasó una toalla por el pelo húmedo mientras se acomodaba frente al portátil.
Abrió el correo electrónico y examinó las imágenes de vigilancia que Jules había enviado desde el cementerio. Una y otra vez, repitió los vídeos, buscando meticulosamente la más mínima pista.
Se negó a pasar por alto ni un solo detalle.
Con la influencia de la familia Ford en Lyhaton, localizar a alguien debería haber sido fácil.
Sin embargo, a pesar de su alcance, no tenían ninguna pista sobre quién se había llevado las cenizas de Kiley. Eso sólo podía significar una cosa: la persona detrás de esto era más poderosa que la propia familia Ford.
En ese momento, la puerta de la habitación se abrió y Nate entró.
«¿Todavía estás despierta?» Corrine levantó la vista, sorprendida.
La habitación estaba en penumbra, la única luz provenía del suave resplandor de la pantalla del portátil, que proyectaba sombras sobre su pálido rostro. El cansancio era evidente en sus rasgos, pero su concentración permanecía inquebrantable.
Nate frunció el ceño.
«Vete a dormir».
Su tono era tranquilo, pero el peso de sus palabras no dejaba lugar a discusión.
Corrine abrió la boca para protestar, pero antes de que pudiera hablar, Nate ya se había movido. La levantó en brazos, cogiéndola completamente desprevenida.
Se le escapó un pequeño jadeo e, instintivamente, le rodeó el cuello con los brazos.
«¿Qué estás haciendo?»
Su aguda mirada se desvió hacia abajo.
«¿Te has quemado?» Su voz se había vuelto fría, bordeada de algo ilegible.
Corrine siguió su línea de visión, dándose cuenta de que estaba mirando la tenue marca roja de su pierna.
«No estaba prestando atención mientras vertía agua y acabé quemándome», admitió con ligereza, quitándole importancia.
Pero la expresión de Nate se ensombreció. Sus labios se apretaron en una fina línea, su silencio más pesado que las palabras.
Sin mediar palabra, la llevó hasta la cama y la tumbó con cuidado antes de coger el botiquín.
Arrodillado sobre una rodilla, le agarró el tobillo, sus dedos calientes contra la piel mientras le aplicaba cuidadosamente la pomada en la quemadura. Su tacto era tierno, sus movimientos lentos y precisos.
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