El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 558
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Capítulo 558:
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«No hace falta», dijo Jolene con frialdad.
Sin mediar palabra, bajó los escalones, abrió la puerta y se deslizó sin esfuerzo en el asiento del copiloto.
El coche apenas se detuvo antes de desaparecer entre las luces de la ciudad.
Leah se quedó clavada en el sitio, con sus pensamientos en espiral.
Y entonces, como un puzzle encajando en su sitio, caí en la cuenta.
No es de extrañar que la pareja de Pinetree haya sido ignorada durante cinco años, sólo para ser empujada de repente al centro de atención.
Jolene había encontrado un poderoso apoyo.
Y no cualquiera: Waldo Ford. Uno de los abogados más formidables del país. El segundo hijo de la familia Ford, una dinastía que reinaba sobre la élite de Lyhaton como reyes de antaño.
¿Qué suerte increíble tuvo Jolene?
Dentro del coche, Jolene se echó hacia atrás, respondiendo a una llamada de Corrine.
«¿Estás fuera?» La voz de Corrine, siempre firme, zumbó a través del altavoz.
«Sí», dijo Jolene.
«¿Cuándo es el juicio?»
«En dos semanas».
Una pausa. Entonces Corrine volvió a hablar.
«Iré contigo».
Su tono se suavizó ligeramente.
«Hay un rodaje promocional mañana. Alguien te recogerá a las nueve».
Jolene suspiró.
«De acuerdo.
Terminó la llamada y ladeó la cabeza al ver que el coche se desviaba.
Sus labios se curvaron divertidos.
«¿A dónde me llevas exactamente a estas horas?»
Waldo la miró de reojo, con expresión ilegible.
«¿Qué te parece?»
Jolene soltó una risita.
«En realidad no me venderías, ¿verdad?»
La comisura de sus labios se levantó en una sonrisa críptica.
«¿Qué te parece?»
«Creo», murmuró ella, inclinándose ligeramente,
«no serías capaz de soltarme».
El coche aceleró por la tranquila carretera y, momentos después, llegaron al apartamento de Waldo.
En el interior, la tenue iluminación proyectaba sombras parpadeantes a lo largo de las paredes, sus siluetas entrelazadas se extendían por el suelo.
El aire se enrareció con la tensión tácita que latía entre ellos, acercándolos, disolviendo las restricciones… hasta que el repentino estruendo de un teléfono rompió el momento.
Con la respiración entrecortada, Waldo cogió su teléfono, con la irritación reflejada en su rostro.
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