El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 556
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Capítulo 556:
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Al otro lado, los labios de Natasha se curvaron en una sonrisa lenta y cómplice.
«Mr. Holland», ronroneó, «sabía que era usted un hombre inteligente».
Aquella noche, la pareja de mediana edad de Pinetree City estaba sentada bajo las duras luces del estudio, con sus rostros cansados retransmitidos en directo por las pantallas de la televisión local.
El tiempo no había sido benévolo con ellos.
El dolor les había ahuecado los ojos, les había encanecido el pelo y les había dibujado profundas líneas en el rostro, marcas de una batalla sin cuartel que se había prolongado durante cinco largos años.
El periodista se inclinó hacia él, con el micrófono preparado.
«Este es tu quinto año luchando por esto. Si la justicia sigue eludiéndote, ¿seguirás adelante?».
La mujer vaciló. Luego, con voz de acero, respondió,
«Sí. Seguiré luchando por mi hija. La justicia llegará. Todo tiene consecuencias».
El periodista prosigue.
«Pero la escuela castigó al autor hace años. ¿Por qué siguen con esto?»
La mujer metió la mano en el bolsillo, con movimientos deliberados, y sacó una hoja de papel doblada. A pesar de los años, la tinta seguía intacta.
«Porque confío más en mi hija que en la escuela», dijo, desplegándolo con cuidado.
«Esta es su última carta. Nombra a los que la atormentaron. Y no fue Jolene Sampson».
El reportero captó el tenue amarilleo del papel, la nítida claridad de la letra de la hija.
Lo estudió y luego preguntó,
«Si fueron los compañeros, ¿por qué la escuela dejó que Jolene cargara con la culpa?».
El padre, que había permanecido en silencio hasta ahora, habló por fin. Su voz llevaba el peso de años de amargura.
«Porque el verdadero culpable estaba bien conectado. Su familia donó una biblioteca a la escuela. ¿Jolene? Era huérfana. Sin poder. Sin protección. Fácil de sacrificar».
Exhaló bruscamente, curvando el labio.
«Y así, la convirtieron en el chivo expiatorio. Mientras tanto, el verdadero responsable no sólo salió libre, sino que se fue a estudiar al extranjero. El dinero hace girar el mundo, ¿no?»
El periodista no apartó la mirada.
«Después de todos estos años, ¿qué te hace seguir adelante? ¿Qué quieres ahora?»
Los ojos de la mujer ardían de determinación.
«No queremos dinero. Queremos justicia».
Su voz se elevó, cada palabra golpeando con precisión.
«Quiero que los responsables respondan por lo que han hecho. Quiero que la escuela rinda cuentas ante la ley. Creemos en nuestro gobierno, en nuestro sistema judicial. Y no dejaremos que esto quede enterrado».
Sus palabras atravesaron la sala como una hoja afilada e innegable.
La emisión desató una tormenta.
Las autoridades locales tomaron nota.
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