El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 551
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Capítulo 551:
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Envueltos en el calor del otro, se quedaron dormidos, envueltos en el momento.
A la mañana siguiente, Corrine llegó a la empresa y su aguda mirada captó de inmediato la conmoción que había fuera. Un grupo de periodistas merodeaba cerca de la entrada.
Frunce el ceño. Se volvió hacia el equipo de seguridad apostado en la entrada.
«¿Qué hace esta gente aquí?»
«Llevan esperando desde primera hora de la mañana, dicen que quieren entrevistar a la señorita Dixon», le informó uno de los guardias.
Un destello de frío cálculo brilló en los ojos de Corrine.
«Deshazte de ellos».
«Sí, Srta. Holland.»
Sin volver a mirar, se dirigió a la planta superior. A medida que se acercaba a la sala de descanso, se oían voces en voz baja a través de la puerta ligeramente abierta.
«¿Quién hubiera pensado que la Srta. Dixon pasaría por algo así? Ser violada por su propio padre. Eso es repugnante».
«La vida tiene una forma de equilibrar las cosas. Le tocó una mente brillante, pero también una vida problemática».
Una risita aguda y repentina se abrió paso entre los murmullos. El sonido fue escalofriante. La sala enmudeció. Todas las cabezas se levantaron, con los ojos muy abiertos por el miedo.
Corrine estaba de pie en la puerta de la sala de descanso, sus rasgos, antes encantadores, se habían endurecido hasta convertirse en una máscara de hielo. Un escalofrío irradiaba de su mirada penetrante, congelando el aire a su alrededor.
Una tensión asfixiante se apoderó de la sala. Todos la sentían: la opresión en el pecho, el nudo en la garganta que se negaba a bajar.
El pánico parpadeó en sus ojos mientras intercambiaban miradas inquietas. Sus rostros perdieron el color.
¿Cómo se había acercado tan silenciosamente su director general? ¿Había oído todo lo que acababan de decir?
El peso de una fatalidad inminente se cernía sobre ellos, pero Corrine actuaba como si nada hubiera ocurrido.
Sin decir palabra, retiró la mirada y se alejó, pasando por alto el momento como si no le importara.
Los empleados de la sala de descanso estaban confusos.
¿Habían imaginado aquella risita ambigua? ¿O había sido real?
La mujer de la coleta alta tragó saliva.
«¿Qué crees que la señorita Holland quiso decir con eso?»
«¿Quién sabe?», murmuró alguien.
Justo cuando empezaban a albergar esperanzas de que la tormenta hubiera pasado, llegó la realidad.
El director del departamento no tardó en difundir un comunicado de crítica, reprendiéndoles por holgazanear y difundir rumores.
Sus palabras eran afiladas y contenían una advertencia inequívoca.
No se trataba sólo de disciplina de oficina; era un mensaje.
Una señal clara para todos en la empresa: Natasha no era alguien con quien jugar.
Natasha terminó de leer el aviso interno de la empresa, con expresión ilegible.
Con un silencioso clic, cerró el portátil.
En ese momento, sonó su teléfono.
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