El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 544
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Capítulo 544:
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Leah, siempre perspicaz, notó el sutil cambio en el comportamiento de Clarissa. Un breve destello de frialdad pasó por sus ojos mientras preguntaba: «Señorita Holland, no tiene buen aspecto. ¿Seguro que se encuentra bien?».
«Tal vez sólo esté un poco agotada», respondió Clarissa, mesándose la cara y forzando una leve sonrisa que no le llegaba a los ojos.
«¿Qué tal si hacemos un descanso y nos sentamos en un café cercano?».
«Claro», aceptó Leah, aunque su voz carecía del entusiasmo habitual. A Leah tampoco le interesaba ir de compras. Era simplemente una tapadera, un movimiento calculado para asegurar su coartada si las cosas se torcían.
Cuando salieron del centro comercial, ambos vieron que Corrine se acercaba desde lejos, su presencia innegable e imponente.
A Clarissa le dio un vuelco el corazón al verlo.
Corrine iba vestida con un impecable traje blanco, su fría actitud llamaba la atención y su mirada cortaba el aire como una hoja afilada.
No había duda: Corrine había cambiado radicalmente con los años.
Su belleza seguía siendo innegable, pero era el poder que ahora desprendía lo que realmente la distinguía, un aura tan potente que parecía hacer temblar el suelo bajo sus pies.
Clarissa había imaginado innumerables escenarios en los que volvería a enfrentarse a Corrine. En todos ellos veía a Corrine humillada, reducida a nada por debajo de ella. Pero la realidad no era así.
La visión de Corrine ante ella, tan segura de sí misma, tan innegablemente poderosa, dejaba a Clarissa furiosa. No soportaba la forma en que Corrine se comportaba, la manera en que se consideraba por encima de todo y de todos.
Respirando hondo, Clarissa se obligó a mover los labios.
«Corrine…»
El agudo sonido de una bofetada surcó el aire, y las palabras de Clarissa se cortaron en mitad de la frase, con la cabeza sacudiéndose violentamente hacia un lado por el impacto.
La sonrisa de sus ojos desapareció al instante y se sujetó la mejilla, mirando a Corrine con ojos muy abiertos y heridos.
«¿Qué he hecho mal?»
La risa de Corrine era ligera, casi burlona.
«¿De verdad crees que puedes ocultármelo todo?»
Su mirada se desvió hacia la pulsera que adornaba la muñeca de Clarissa, y una sonrisa de satisfacción se dibujó en el borde de sus labios.
«¿Sabes que esta pulsera te delató?»
Los ojos de Clarissa se abrieron de par en par, sorprendida, y su mano se movió instintivamente para cubrir la pulsera.
«No sé de qué estás hablando».
Corrine se acercó un paso y levantó la mano para acariciar suavemente la mejilla de Clarissa en un gesto de dulzura enfermiza.
«Déjame ofrecerte un consejo, Clarissa. Hemos mantenido nuestra distancia todos estos años, y ha estado bien. Pero no te precipites en tu propia destrucción ahora».
Su tacto era ligero, pero el aguijón de sus palabras flotaba en el aire, la humillación persistía en el espacio entre ellos.
Clarissa apretó los dientes, con los ojos encendidos de ira y desafío, y una media sonrisa jugueteando en sus labios.
«¿Me estás amenazando?», exigió.
«Es una advertencia», respondió Corrine, con tono firme.
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