El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 541
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Capítulo 541:
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Un periodista, envalentonado por la momentánea quietud, tomó la palabra.
«Los detalles de ese caso aún no están claros. Testigos presenciales han confirmado que Corrine y los demás estaban en la escena del crimen, pero tu madre fue condenada sin que el juicio se hiciera público. ¿No plantea eso dudas sobre la imparcialidad del proceso? ¿Podría haber algo más?»
«Sin duda hay algo más», respondió Natasha con frialdad, sin apartar la mirada del reportero.
«Estoy seguro de que todos los presentes entienden que cuando las autoridades deciden tratar un caso a puerta cerrada es porque se trata de asuntos delicados que deben permanecer confidenciales».
El periodista siguió adelante, sin echarse atrás.
«Nuestra investigación muestra que Corrine y sus amigas fueron vistas en la escena del crimen. Después de que su madre fue condenada, todas se trasladaron a diferentes escuelas. ¿No es eso sospechoso? ¿No sugiere culpabilidad?»
Los ojos de Natasha se oscurecieron con una determinación fría e inquebrantable. Su voz se redujo a un escalofriante susurro, cada palabra medida y precisa.
«Se trasladaron porque les obligué a abandonar Pinetree City. Me aseguré de que no tuvieran más remedio que irse -intervino Alina, con la respiración agitada pero firme. Corrine, Karina y Jolene son buenas personas. No se merecen esto. No deberían verse arrastradas a este lío».
Sus ojos se endurecieron mientras miraba a la multitud.
«Pueden llamarme asesino, y no lo negaré. Pero si volviera a tener la oportunidad, no lo dudaría. Cortaría en pedazos a Blyan Dixon si eso significara salvar a mi familia». Su voz rompió la tensión y la entrada del hotel estalló en murmullos de conmoción.
El peso de sus palabras perduró, y los rostros de la multitud cambiaron con nuevo juicio y curiosidad.
«Me acusas de no tener corazón», continuó Alina, con los puños temblándole a los lados.
«¿Pero crees que Bryan era una especie de santo?» Su mandíbula se apretó mientras luchaba por contener su furia.
«¡Era un monstruo! ¡Una bestia! ¡Una basura despreciable!»
Los periodistas, que percibían el odio implícito en sus palabras, se inclinaron hacia ella, con la curiosidad ya encendida.
«Desde el momento en que me casé con Bryan, se transformó en un borracho violento. Entraba por la puerta, borracho como nunca, y descargaba su rabia contra mí antes de desmayarse. Lo soporté todo… ¿pero lo que le hizo a mi hija? Eso era imperdonable. ¡Abusó de su propia hija! Dígame, como madre, ¿qué se suponía que debía hacer? ¿Qué otra opción tenía?»
En ese preciso momento, Nate llegó, sus pasos apenas audibles mientras se acercaba. Oyó la última parte de la historia de Alina y frunció ligeramente el ceño ante el peso de sus palabras. Su mandíbula se tensó, una tormenta se gestó detrás de sus ojos.
Sin dudarlo ni un segundo, Nate se deslizó por la entrada lateral del hotel, con movimientos rápidos y decididos, como si ya percibiera el peligro que se avecinaba.
En la habitación del hotel, Corrine estaba de pie ante el televisor, con la mirada fija en la emisión en directo. Tenía las cejas fruncidas y una expresión fría e inquebrantable, como si bajo su tranquila fachada se desatara una tormenta. Irradiaba una energía escalofriante, como la calma que precede a una feroz tormenta.
Según la investigación que había realizado en una ocasión, en los últimos años se habían denunciado más de 32.500 casos de agresiones sexuales a menores, la víctima más joven de apenas un año. Más del 90% de las víctimas eran niñas, la mayoría todavía en la escuela primaria o secundaria. Sin embargo, muchas familias mantuvieron su sufrimiento en la sombra, demasiado avergonzadas para decir la verdad, temerosas del juicio que vendría después.
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