El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 529
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Capítulo 529:
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«Sabes que no puedo quedarme de brazos cruzados cuando se trata de ti».
El corazón de Corrine se ablandó. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios y soltó un suspiro.
«Entonces supongo que tendré que molestarte, mi novio».
Nate sonrió satisfecho.
«Es un placer.»
Se inclinó hacia ella y la besó.
Tras perder la inversión de Calan, los demás miembros del consejo del Grupo Ashton no tardaron en expresar su descontento. Bruce soportó sus críticas con una sonrisa tensa, pero la irritación ardía bajo la superficie.
Cuando por fin terminaron las interminables reuniones, se retiró a su despacho, agotado.
Su ayudante transmitió los detalles del accidente de coche de Corrine en un tono comedido.
«¿De verdad causó tanto alboroto?» murmuró Bruce, con un destello de irritación en los ojos. Sólo había ordenado a alguien que se apoderara del teléfono, no que creara un espectáculo.
El ayudante aclaró rápidamente: «La señorita Holland se sobresaltó y se desmayó».
Bruce exhaló en silencio, presionándose las sienes con los dedos.
«Asegúrate de que la policía libera al conductor cuando llegue el momento. No quiero complicaciones innecesarias».
«Bueno…» El asistente vaciló, midiendo la expresión de Bruce con cautela.
«El conductor fue llevado para ser interrogado, pero no se ha sabido nada de él desde entonces».
Un destello de inquietud cruzó el rostro de Bruce. Algo se le escapaba de las manos.
Su mirada se volvió afilada, su voz ribeteada de acero.
«Entonces hazle una advertencia personal. Asegúrate de que se ciña a la historia y mantenga la boca cerrada sobre el resto».
«Entendido, Sr. Ashton.»
La puerta del despacho se cerró con un clic, encerrando a Bruce en el vasto espacio vacío. Se levantó de la silla, se acercó a la ventana del suelo al techo y sacó un cigarrillo del bolsillo. Abajo, la ciudad palpitaba de vida: los faros iluminando las calles, los letreros de neón parpadeando en la bruma del atardecer.
Sin embargo, a pesar del vibrante mundo que tenía a sus pies, su mente vagaba por otra parte.
Corrine.
Su voz resonó en sus pensamientos, aguda e inquebrantable.
«En los negocios, todo es dar y recibir. Los inversores no te dan dinero por generosidad; lo hacen para obtener beneficios. Al final, siempre se trata de ganancias». Con ella a su lado, nunca había tenido que librar esas batallas solo. Por grave que fuera la situación, siempre encontraba la manera de cambiar las tornas.
Corrine había sido la columna vertebral del Grupo Ashton, su pilar inquebrantable. Mientras ella estuvo allí, el fracaso nunca fue una opción.
¿Pero sin ella? La empresa se había ido desmoronando, pieza a pieza. Primero, habían perdido el acuerdo de tierras en el distrito sur. Luego, la inversión de Calan se les había escapado de las manos.
Si las cosas seguían así, la supuesta estrella emergente de Lyhaton no sería más que un cuento con moraleja, un nombre pronunciado en ridículo.
Una aguda vibración rompió su melancólico silencio. Su teléfono. Tracy.
La mandíbula de Bruce se tensó.
Con aire indiferente, silenció la llamada y tiró el teléfono sobre el sofá de cuero.
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