El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 492
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Capítulo 492:
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Una oleada de inquietud la invadió, helándola hasta la médula. Se le hizo un nudo en el estómago y una inexplicable sensación de presentimiento se instaló en lo más profundo de sus huesos.
«¿Señorita Burgess?» El tono agudo de Chelsea cortó la niebla en la mente de Leah.
«Si se siente cansado, puede descansar en el salón».
Leah volvió bruscamente al presente, con la respiración entrecortada. Rápidamente, forzó una sonrisa agradable.
«No. Estoy bien». Tomando aire, se apresuró a ponerse a su altura.
Por delante, Meg cogía la mano de Corrine, su fácil cercanía recordaba a la de una madre y su hija.
Leah se quedó atrás, con la mirada ensombrecida por una mezcla de envidia y frustración.
«He oído que hay un huerto en la ladera. ¿Te gustaría echarle un vistazo?» preguntó Meg, con voz cálida.
Corrine y Chelsea aceptaron sin vacilar, con evidente entusiasmo. Leah, que no quería quedarse atrás, no tardó en sumarse, disimulando su reticencia con un brillante movimiento de cabeza.
Pero en cuanto iniciaron el ascenso, se arrepintió. Sus altísimos tacones convertían cada paso en una batalla.
La ladera era un terreno implacable de desniveles y rocas dispersas, y a cada zancada, sus talones se hundían en la tierra blanda, haciéndola perder el equilibrio.
Apretó los dientes, luchando por mantener la compostura. Entonces, llegó lo inevitable. Su tobillo se tambaleó. La gravedad se impuso. Con una sacudida sin gracia, Leah se desplomó hacia delante y cayó al suelo con un golpe seco.
Meg se volvió y miró a Leah, que estaba tirada en el suelo. Un leve surco apareció entre sus cejas, apenas perceptible.
«Ya que te cuesta moverte, ¿por qué no nos esperas al pie de la colina?».
Los ojos de Leah se desviaron hacia Corrine, que estaba de pie junto a Meg. Se mordió el interior de la mejilla y forzó una sonrisa tensa.
«De acuerdo, esperaré allí».
Meg asintió brevemente y se dio la vuelta sin decir nada más. Media hora más tarde, el grupo regresó con los brazos cargados de frutas y verduras recién recogidas.
Las carcajadas siguieron su estela, alegres y contentas. Pero cuando se acercaban a la entrada, una voz chillona rompió el momento.
«¡Pequeño mocoso, robando y sin admitirlo! No me extraña que tus padres te abandonaran. ¡Te lo mereces!»
Las crueles palabras cortaron el aire, afiladas y despiadadas.
Los pasos de Meg se detuvieron bruscamente. A su lado, la expresión del director se ensombreció.
Corrine y Chelsea intercambiaron una mirada, con una silenciosa diversión parpadeando en sus ojos. Qué tontería.
Meg no sólo había financiado este orfanato por caridad, sino que ella misma había sido una niña. Cuando se perdió y se separó de su familia, el director la acogió y le dio un lugar al que pertenecer.
Este orfanato no era un proyecto más para Meg. Era un pedazo de su pasado, una parte de su alma.
Y ahora, al oír las venenosas palabras de Leah, una furia gélida se adueñó de su voz mientras hablaba.
«Señorita Burgess, ¿no cree que sus palabras son un poco duras?»
Leah se puso rígida, su columna se enderezó mientras se giraba lentamente.
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