El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 477
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Capítulo 477:
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Bruce preguntó preocupado: «¿Qué está pasando?».
Un temblor recorrió a Leah mientras el color de su rostro se desvanecía aún más.
«Señorita Burgess, ¿experimentando mareo quizás?» La voz mesurada de Corrine rompió el silencio.
Las facciones de Leah se ensombrecieron al oír aquel comentario. Su mente se agitó: tal vez fingir un mareo repentino le permitiera escapar de aquella situación cada vez más precaria.
Antes de que pudiera ejecutar su plan, Corrine continuó suavemente: «Guardo pastillas para el mareo en mi habitación. Están a su disposición, señorita Burgess, por si las necesita».
Las palabras murieron en la garganta de Leah.
Su cuerpo se tensó mientras el pánico paralizaba sus pensamientos.
Apretó los dientes hasta que le dolió la mandíbula y las uñas se le clavaron en las palmas de las manos.
Estaba atrapada. Cualquier reacción, cualquier movimiento, no haría más que tensar la soga alrededor de su cuello.
La policía estaba a pocos pasos, con sus ojos agudos observando cada detalle. Si daba el más mínimo paso en falso, las sospechas recaerían sobre ella.
Leah se obligó a tragarse su frustración, con la respiración entrecortada y entrecortada.
Entonces, como si disfrutara de su tormento, Corrine se inclinó ligeramente hacia ella y sus labios se curvaron en una sonrisa burlona.
«La verdadera diversión acaba de empezar, Srta. Burgess. Espero que esté lista para el viaje».
Los ojos de Leah ardían de furia. Por un instante, su mirada tuvo el frío letal de una serpiente enroscada y lista para atacar.
Corrine había orquestado toda esta pesadilla desde el principio. La había conducido por un camino cuidadosamente entretejido, paso a paso, hasta que escapar ya no era una opción.
Y ahora, delante de todos, Corrine se deleitaba con su caída.
En ese momento, sonó la tarjeta-llave y la puerta se abrió lentamente.
El aire se llenó de sonidos de respiraciones agitadas.
Un silencio sofocante se apoderó de la multitud cuando se descubrió la sala poco iluminada.
Un hedor abrumador y rancio se extendía como una ola, espeso y pútrido.
La reacción fue inmediata: muecas, manos que volaban a bocas y narices, cuerpos que retrocedían instintivamente.
Un murmullo se extendió como un reguero de pólvora.
«¿Qué demonios es ese olor?»
«¡Oh Dios mío, mira! ¿No es esa la hija de la familia Ashton?»
«¡Sí, es ella! Pero… ¿por qué hay tantos hombres con ella?»
«Esto es humillante. ¡La reputación de la familia Ashton está por los suelos!»
La expresión de Bruce se ensombreció al oír los susurros. Sus dedos se crisparon antes de soltar la mano del agarre de Leah, su paciencia quebrándose como cristal quebradizo. Sin vacilar, se dirigió hacia la puerta abierta.
Leah apenas tuvo tiempo de reaccionar. Sólo pudo ver cómo Bruce se alejaba, impotente para detenerlo.
Pero en ese fugaz momento de caos, se presentó una oportunidad.
La mirada de Leah se desvió hacia Jocelynn. Sus ojos se cruzaron.
La comprensión pasó entre ellos en un instante.
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