El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 427
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Capítulo 427:
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Corrine, de pie, se acercó y le pellizcó la mejilla juguetonamente.
«Bueno, tu cara de gruñón no está conquistando precisamente a ningún niño».
Nate la miró, su mano se deslizó entre las suyas mientras caminaban de vuelta hacia el edificio de apartamentos.
«¿Te gustan los niños?», preguntó, suavizando ligeramente la voz.
Corrine se pasó un mechón de pelo por detrás de la oreja y susurró con un deje de asombro: «¿No es encantador su encanto infantil?».
«No puedo decir que me atraiga», respondió Nate.
Al mirarle a los ojos, los labios de Corrine formaron una línea apretada.
Nate añadió: «Quizá si fuera nuestro hijo, pensaría de otro modo». Acercó a Corrine, rodeando su esbelta cintura con los brazos. Su aliento le rozó la oreja, con un ritmo inestable parecido al de la brisa primaveral, que le hizo vibrar el corazón. Un suave rubor se extendió por sus mejillas y los ojos de Nate brillaron con diversión.
Cuando entraron en el ascensor, él la rodeó con sus brazos por detrás.
«¿Cuándo te dejarás apoyar en mí, aunque sólo sea un poco?».
Los músculos de Corrine se tensaron inesperadamente. Creía que habían zanjado el asunto, pero ahí estaba Nate, volviendo sobre él.
Tras una breve pausa, respondió con cuidado: «Es a lo que estoy acostumbrada». Su vida siempre había girado en torno a la soledad, enfrentándose a cada obstáculo por sí sola, asumiendo cada reto en solitario.
Aunque la familia Ford le demostraba un gran afecto, y su abuelo y sus tíos la adoraban profundamente, Corrine era consciente de su frágil posición dentro de sus filas.
Por lo tanto, Corrine se propuso manejar las cosas a la perfección, abordando cada asunto por su cuenta para evitar cualquier carga a la familia Ford y a sus parientes. Era el comportamiento establecido de alguien que se sentía supeditado a la generosidad de los demás.
Sólo con esas medidas creía que podría evitar caer mal. Sólo con esos esfuerzos creía poder evitar el abandono.
«Lo entiendo», murmuró Nate, con la cabeza apoyada en el pliegue del cuello de ella mientras respiraba profundamente su aroma.
«No volveré a sacar el tema».
A pesar de sus palabras tranquilizadoras, Corrine detectó en su voz una nota de derrota y una profunda voluntad de ceder.
Inesperadamente, una oleada de emociones se apoderó de ella, provocándole un cosquilleo en la nariz y humedeciéndole los ojos.
En el fondo, Corrine luchaba por abandonar la lógica a la que siempre se aferraba cuando se trataba de Nate.
Pero cuando más importaba, esa racionalidad invariablemente la tiraba hacia atrás. Abrió la boca para hablar, pero se dio cuenta de que sus palabras serían inútiles en aquel momento.
En ese momento, el ascensor llegó a su planta y ella volvió a entrar en su apartamento.
Cuando la puerta empezó a cerrarse, se volvió por reflejo para mirar por última vez a Nate. Él permanecía en el pasillo, apoyando despreocupadamente una mano en el bolsillo, con una suave sonrisa en los labios.
«Buenas noches, Corrine.»
«Buenas noches», respondió Corrine.
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