El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 403
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Capítulo 403:
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Sin embargo, aquí estaba él, en un raro intento de amar, sin sentir nada de eso, sin cuerdas que tirasen de su tiempo, sin necesidad desesperada de su presencia.
Corrine soltó una risita suave, del tipo que lleva el peso de la diversión y un toque de exasperación.
«Los hombres sois imposibles. Cuando una mujer se aferra, os lamentáis de perder vuestro espacio. Cuando se pone de pie por sí misma, de repente es demasiado independiente, no alimenta ese delicado ego tuyo».
Nate se sumió en una breve contemplación, con la comisura de la boca crispada.
«Un terapeuta me dijo una vez que carezco de sentido de la seguridad. Algunos hombres ansían la libertad, ¿pero yo? Necesito a alguien que me enraíce».
Corrine arqueó una ceja, con un destello de picardía en la mirada.
«Y este terapeuta… ¿quiénes podrían ser?»
«Yo», dijo sin perder el ritmo.
De vuelta en su apartamento, Nate se quedó en el umbral, reacio a soltarle la mano.
«¿Podemos reservar algo de tiempo esta semana para cenar con la abuela?».
«¿Qué tal mañana?» Corrine sugirió fácilmente.
Levantó los ojos para encontrarse con los de Nate y captó un destello de sorpresa en su expresión.
«¿Qué?», preguntó ella.
«Nada», dijo, sacudiendo ligeramente la cabeza.
«Sólo pensé que lo pospondrías unos días más».
«Yo tampoco la he visto en mucho tiempo».
Los labios de Nate se entreabrieron, como si fuera a responder, pero en su lugar exhaló una risa tranquila.
«Entonces, buenas noches».
Corrine asintió.
«Goodn-»
Antes de que pudiera terminar la frase, el brazo de Nate la rodeó por la cintura como una marea que la atrajera, mientras con la otra mano le acariciaba la nuca. Sin vacilar, bajó la cabeza y le acarició los labios, con un tacto firme y seductor a la vez.
Corrine agitó las pestañas, sorprendida, pero instintivamente le rodeó el cuello con los brazos. En su mente afloraron recuerdos de besos anteriores, cada uno de ellos una lección que ahora intentaba repetir, aunque con una torpeza entrañable.
Sin embargo, no tardó en notar un cambio en Nate. Su respiración se volvió irregular, su agarre se tensó ligeramente como si estuviera momentáneamente a la deriva.
Ella captó la neblina distante en sus ojos, la mirada de alguien momentáneamente inmovilizado, como si el suelo bajo sus pies se hubiera desvanecido. Una sonrisa fugaz y triunfante curvó sus labios.
Corrine apartó a Nate con un movimiento brusco, se deslizó en el interior como una sombra en la noche y cerró la puerta con un chasquido decisivo.
Durante un instante, el aire permaneció en calma, con el peso del momento suspendido entre ellos. Entonces, Nate soltó una risita, un sonido divertido. Se pasó los dedos por los labios y se detuvo en la sensación, como si rastreara el fantasma de algo fugaz pero embriagador.
«Está empezando a jugar de verdad», reflexionó, con una sonrisa de satisfacción en los bordes de la boca.
En el interior, la mirada de Corrine recorrió la entrada y se fijó en las bolsas de regalos perfectamente ordenadas. Se dio cuenta de ello. Sin pensárselo dos veces, las cogió y abrió la puerta de un tirón, con la intención clara de perseguir a Nate. Pero el pasillo estaba extrañamente vacío, sin pasos en retirada, sin el zumbido del ascensor en movimiento. Era como si se hubiera fundido con el aire. Sus cejas se fruncieron en un leve gesto de curiosidad. Entonces, casi instintivamente, su mirada se desvió hacia el apartamento de al lado, su nuevo vecino. Una sonrisa de complicidad se dibujó lentamente en sus labios.
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