El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 386
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Capítulo 386:
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«Decir que sí podría hacerme parecer demasiado ansiosa».
«¿Ansiosa, dices?» Nate respondió con una carcajada, levantándole suavemente la barbilla. Se acercó más, con un beso ligero como el aire.
«Tu contención, en cambio, es una tortura para mí».
Corrine enarcó una ceja.
«¿Es una queja?»
Le apretó la cara contra el cuello y su aliento le calentó la piel.
«En absoluto. Disfruto cada obstáculo que me pones por delante. Ganar tu corazón es sólo cuestión de tiempo».
Sus labios se curvaron en una leve sonrisa.
Sin previo aviso, Nate la levantó sin esfuerzo y se dirigió a la habitación de invitados.
«¿Te has convertido en una especie de pícaro, Nate?». medio bromeó Corrine, mezclando su risa con la protesta.
¿»Pícaro»? murmuró Nate, ralentizando sus pasos, con un atisbo de diversión en el rostro. Su sonrisa se acentuó.
«¿Quizás debería actuar el papel, entonces?»
Corrine se quedó sin palabras. Una conversación tan absurda.
De repente se encontró sobre la cama, atrapada en su abrazo.
La habitación quedó en silencio, despertando su imaginación. Se tumbó con la mejilla apoyada en su pecho, sintiendo su calor a través de la tela. Su aroma limpio y embriagador aceleró los latidos de su corazón.
Luego, su mano se dirigió a la espalda de ella y las yemas de sus dedos dibujaron lánguidos círculos a lo largo de su columna vertebral, provocando que ella se tensara.
Al notar su reacción, la sonrisa de Nate aumentó.
«¿Me tienes miedo?»
Sin decir palabra, Corrine apoyó las palmas de las manos en el pecho de él y le dio un suave codazo, tratando de poner algo de espacio entre ellos.
Los ojos de Nate se ablandaron al observar sus pestañas temblorosas, un rastro de sonrisa jugueteando en el borde de sus labios. Inclinó la cabeza para dejarle un tierno beso en la frente.
«Relájate. Esperaré tu claro consentimiento antes de cruzar ningún límite».
Corrine, aliviada por su seguridad, dejó escapar un suspiro tranquilo.
Nate bajó la voz y dijo: «No me hagas esperar mucho, Con».
Nunca antes había prestado a nadie una atención tan intensa, ni siquiera a una mujer. Para él, Corrine era una excepción singular y extraordinaria.
Nate era consciente de que podía atraer fácilmente a muchas mujeres con un simple gesto, igual que una celebridad atrae a las multitudes. Sin embargo, ninguna le había impactado tan profundamente como Corrine cuando entró en su vida.
Reconocía el lugar irremplazable que ella ocupaba en su vida. Para él, ella era única, un tesoro que venía una vez y nunca más, insustituible e imposible de imitar.
Por ella, estaba dispuesto a ejercer un nivel de paciencia y resolución que nunca antes había necesitado.
«Estoy agotado», murmuró Nate, sintiéndose cansado.
Corrine no respondió, se limitó a cerrar los ojos y a acomodarse más cómodamente contra él.
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