El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 370
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Capítulo 370:
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La comprensión de la calculada malicia de Corrine golpeó a Leah como un mazazo físico. Esto explicaba la sutil rivalidad que Corrine había cultivado: había estado esperando el momento perfecto para manchar el nombre de los Burgess.
Leah tenía ante sí una difícil elección: retirarse daría validez a los rumores, pero continuar con la candidatura planteaba sus propios retos. Sus finanzas personales ascendían a poco más de veinte millones, parte de los cuales ya estaban destinados al próximo acto benéfico.
Aunque había esperado hacer una declaración en el acto benéfico, la interferencia de Corrine había desbaratado por completo esos planes.
La puja ya había superado el valor real de la demanda, lo que hacía que nuevos aumentos fueran temerarios desde el punto de vista financiero.
Leah observó atentamente a Corrine, buscando grietas en la impasible fachada de su adversaria. ¿Era genuina esa serenidad exterior o una mera actuación magistral? La mente de Leah se agitó y sus dientes presionaron su labio inferior. ¿Había alguna forma de salir de ésta sin quedar mal?
Si se echaba atrás, Rita y ella se verían obligadas a arrodillarse ante Corrine y disculparse. Peor aún, tendrían que hacer un baile del tubo en medio de la Plaza Moderna. La sola idea hizo que a Leah se le retorciera el estómago de humillación.
Su mandíbula se tensó. Luego, con férrea determinación, declaró: «Diez millones». A los ojos de Leah, Corrine no era más que una mujer apoyada por un rico benefactor. ¿Y qué tan profundos podían ser los bolsillos de un hombre cuando gastaba en alguien como ella?
Corrine arqueó ligeramente una ceja y dirigió una mirada penetrante a Leah. Había algo casi divertido en sus ojos, aunque estaba impregnado de una innegable burla.
Rita intervino con falsa generosidad-: Corrine, seamos francos. Este traje pertenece a Leah, no puedes competir. Pasaremos por alto tu presunción por respeto a los viejos tiempos. Arrodíllate, discúlpate y quizá ladres como un perro. Consideraremos el asunto zanjado».
Su tono era ligero, casi magnánimo, como si le estuvieran ofreciendo una rama de olivo. Pero Corrine sabía la verdad: no era más que un juego de poder vestido de seda.
Aprovechando el silencio de Corrine, Leah insistió en su ventaja.
«Señorita Holland, usted sobrevive en Lyhaton únicamente gracias al patrocinio masculino. Casi compadezco su situación. ¿Por qué sacrificarlo todo por un simple traje cuando le ofrezco una salida fácil?»
Sus palabras mordaces flotaban en el aire, con una crueldad calculada imposible de ignorar.
La propuesta de Leah parecía ofrecer a Corrine una salida, pero en realidad era una estratagema para obligarla a ceder. Sus palabras insinuaban que el éxito de Corrine provenía de complacer a los hombres, ganándose el desprecio y el desdén de quienes la observaban.
Antes de que Corrine pudiera replicar, Julia, que había observado la situación en silencio, se burló.
¿»Depender de un rico para vivir en paz»? ¿Crees que la historia de «de pobre a rica» te saldrá bien? ¿Realmente crees que estás hecha para ser la esposa de un hombre rico? Te engañas a ti misma». El público se echó a reír ante las duras palabras de Julia.
Corrine la miró fríamente, con una mirada aguda e inflexible.
«Tu costumbre de atender a los ricos e ignorar a los necesitados te costará tu puesto de director al final del día». Su mirada gélida y afilada era escalofriante.
La expresión de Julia vaciló. Todo el mundo en su sector sabía que atender a los ricos y despreciar a los demás era inaceptable. Su confianza empezó a desvanecerse.
Aún así, se recordó a sí misma, Corrine era sólo una amante. ¿Qué amenaza real podía representar? Su tono se volvió cortante y replicó: «¿Yo, tener favoritos? ¡Tú eres la que persigue tratos imprudentes! Has apostado contra la Srta. Ashton sin apenas dinero y ahora temes tu inminente pérdida». Su risa sonó, teñida de desafío.
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