El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 369
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Capítulo 369:
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Mientras Nate permanecía absorto en el arroyo, Matías hizo una breve pausa antes de sugerir con cautela: «Señor, ¿quizá deberíamos asistir a la señorita Holland?».
Nate miró a Matías y respondió con firmeza: «No hace falta».
Corrine siempre prefirió manejar sus propias batallas sin que nadie se interpusiera sin invitación. Una aparición inesperada de él podría alterar su compostura y desbaratar su estrategia.
Devolviéndole el teléfono a Matías, Nate cogió el suyo para seguir viendo la emisión.
El aplomo natural y el aura autoritaria de Corrine brillaban incluso a través del objetivo de la cámara remota. Su mera presencia llamaba la atención. Sin embargo, bajo su impactante aspecto, se adivinaba una feroz determinación. Su rostro, que combinaba la diversión con una gracia gélida, parecía encantador y formidable a la vez. A Nate no le preocupaba Corrine, sino que casi se compadecía de los ingenuos que se le oponían.
Su mirada se afiló, una sutil sonrisa jugueteó en sus labios mientras sugería: «Deberíamos dirigirnos a la Plaza Moderna».
Matías se rió en voz baja ante el drama que se estaba desarrollando. Nate, como de costumbre, era reacio a dejar que Corrine manejara la situación por su cuenta. Mientras conducían, vieron la emisión en directo en la que se intensificaba la guerra de ofertas entre Corrine y Leah.
«¡Dos millones!» Leah abrió la puja con confianza. Luego dirigió a Corrine una mirada aparentemente ingenua y añadió: «Señorita Holland, no pretendo competir ni hacer alarde de mi riqueza, pero necesito desesperadamente este traje…».
Desinteresada por la actuación de Leah, Corrine subió despreocupadamente la puja.
«Dos millones y medio».
«¿Estás jugando con nosotros, Corrine?» preguntó Rita, visiblemente enfadada.
«Sólo habéis subido quinientos mil después de nuestra oferta de dos millones. ¿Estás intentando provocarnos?»
Con mirada inocente, Corrine respondió: «Acordamos un concurso justo, ¿no? La oferta más alta gana. Nunca se estableció un límite en los incrementos, ¿correcto?».
Rita apretó la mandíbula, enfurecida. ¡Maldita sea! ¿Cómo había conseguido Corrine torcer la situación en su beneficio? En los ojos de Leah brilló un destello agudo y cómplice, aunque mantuvo la sonrisa firme mientras miraba a Corrine.
Parecía que Corrine no se echaría atrás fácilmente. Con una sutil mirada hacia abajo para ocultar su creciente irritación, Leah replicó: «Tres millones».
«Tres millones y medio», respondió Corrine.
Independientemente de las ofertas de Leah, Corrine añadía constantemente medio millón más. El precio del traje de edición limitada había subido a seis millones, el doble de su valor inicial.
A Leah se le llenó la frente de sudor mientras miraba con determinación a Corrine.
Corrine mantuvo la compostura mientras miraba a Leah con voz helada.
«Las fábricas de la familia Burgess han ido cerrando una a una desde aquel desafortunado escándalo fiscal, y sin embargo aquí está usted, gastando tan suntuosamente. Tal vez los rumores sobre los problemas financieros de su familia estén equivocados. Sin duda, el imperio Burgess pronto recuperará su antigua gloria».
El sarcasmo goteaba de cada palabra cuidadosamente elegida.
Los ojos de Leah se endurecieron como el acero mientras sus dedos se cerraban en apretados puños, con las uñas cuidadas mordiéndose las palmas. El dolor apenas se reflejaba en su creciente ira.
Todo se había desmoronado desde el interrogatorio de Corey, obligándole a tomar decisiones devastadoras para la supervivencia de su negocio. Él había atribuido su marcha a problemas de salud, pero los comentarios punzantes de Corrine avivaban ahora el fuego de la sospecha en torno a la difícil situación de su familia.
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