El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 36
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Capítulo 36:
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En ese momento, Penny irrumpió en la habitación, seguida de cerca por Matías. Matías observó a Nate arrodillado ante Corrine, y se dio cuenta de que ella era única en el mundo de Nate.
Nunca antes había visto a Nate arrodillarse ante nadie.
Al poco rato, Evelyn se despertó.
Sus ojos se posaron de inmediato en el vendaje que rodeaba la muñeca de Corrine y su expresión parpadeó de sorpresa.
«¿Qué ha pasado? ¿Cómo te has hecho daño?»
Su mirada se desvió momentáneamente hacia Nate, con una expresión difícil de leer, llena de curiosidad y una pizca de sospecha. ¿Podría ser que Nate, en una de sus raras muestras de impaciencia, hubiera provocado esto sin darse cuenta?
Corrine sonrió débilmente, con un tono ligero y tranquilizador.
«Oh, no es nada. Me corté accidentalmente al romper una maceta antes. No hay por qué preocuparse».
Evelyn asintió con la cabeza, levantando ligeramente las cejas mientras sus facciones se suavizaban.
«Me alegro de que no sea nada grave». Extendió la mano y la cogió suavemente, con voz cálida y acogedora.
«Ya que estás herido, ¿por qué no te quedas esta noche? Es mejor descansar aquí que volver a casa».
Nate frunció el ceño, pero su sincronización fue impecable.
«La lluvia está cayendo con fuerza, y no parece que vaya a amainar pronto», añadió, con tono tranquilo pero firme.
Evelyn intervino con fingida gravedad, curvando los labios en una sonrisa cómplice.
«Corrine, acabas de recuperarte y no deberías arriesgarte a que te pille la lluvia. Ahora que estás herida, sólo empeoraría las cosas si tuvieras una infección».
Nate puso una taza de café humeante delante de Evelyn, con una sutil sonrisa en los labios.
«Abuela, tienes razón».
Corrine, que no había conseguido articular palabra, sólo podía mirarlos en silencio.
Y así, sin más, se encontró en casa de Evelyn sin comprender del todo cómo había sucedido todo.
Cuando se sirvió la cena, los tres se reunieron en torno a la mesa del comedor.
Evelyn estudió a Corrine en silencio, fijándose en su postura elegante y su porte sereno. Su mirada se detuvo antes de preguntar: «Corrine, ¿están tus padres en Lyhaton?».
Al mencionar a sus padres, Corrine bajó las pestañas y su voz se suavizó mientras negaba con la cabeza.
«Mi madre falleció cuando yo aún era una niña». Una sombra de algo más agudo cruzó su rostro cuando su padre vino a su mente: un frío distanciamiento que sugería que su ausencia era a la vez satírica y amarga.
La expresión de Evelyn se volvió comprensiva y su tono más tierno.
«¿Así que ahora vives solo? Si es así, ¿por qué no vienes a vivir conmigo? No es seguro para una mujer joven estar sola. Aquí, puedo cuidar de ti, y me encantaría la compañía».
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