El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 341
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Capítulo 341:
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«Entonces mi hermano tiene que comprártelo. Espera y verás». declaró Rita con entusiasmo.
Leah respondió con una sonrisa sin compromiso, mientras sus pensamientos se desviaban hacia el posible protagonismo de mañana si Bruce conseguía el diamante en la subasta. Cuando el reloj dio las ocho, comenzó la subasta.
Zayn Swain, el distinguido subastador, subió al escenario. Tras pronunciar su discurso de apertura, dio comienzo a la velada.
Corrine, mostrando poco interés por los preliminares, se reclinó en el sofá mientras degustaba fruta fresca. De vez en cuando miraba a Nate, que estaba sentado frente a ella. Incluso en silencio, su presencia llamaba la atención mientras sostenía distraídamente una cucharilla de café.
Detectando su observación, Nate levantó los ojos para encontrarse con los suyos.
«¿Qué pasa?»
«¿Estás esperando a alguien?» preguntó Corrine juguetonamente, apretando una cereza entre los labios, cuyo jugo daba un tono aún más vivo a su boca. Antes de que él pudiera responder, se corrigió: «No, estás esperando a alguien».
Su comportamiento no sugería ocio, sino el de un cazador que se anticipa a su presa. Una sombra de diversión pasó por el rostro de Nate.
«No te equivocas».
Corrine parpadeó, momentáneamente sorprendida. No esperaba que fuera tan directo, tan poco preocupado por ocultar sus intenciones.
«¿Un rival?», preguntó, limpiándose perezosamente el zumo de la comisura de los labios con la yema del dedo.
«¿O un enemigo?»
Nate se inclinó un poco y cogió un pañuelo blanco inmaculado. En lugar de dárselo, le limpió los dedos con cuidado.
«¿Hay alguna diferencia?»
Corrine se encontró con su mirada.
«Un rival significa que ambas partes sufren pérdidas. ¿Un enemigo? Eso es una lucha a muerte».
Una lenta sonrisa se dibujó en los labios de Nate. Sus ojos brillaban con algo ilegible.
«Un enemigo, entonces.»
Los ojos de Corrine se abrieron de par en par ante su declaración.
«No te preocupes», murmuró Nate, rozándole la mejilla con los dedos antes de reclamar sus labios en un suave beso.
Durante su intercambio, la puja por el diamante azul, extraordinariamente raro, había subido de su precio inicial de cuarenta y ocho millones a la impresionante cifra de ochenta millones.
«Señorita Holland, ¿le gustaría subir su oferta?» La voz de Jacob crepitó a través del intercomunicador.
Corrine levantó el intercomunicador con elegancia deliberada, su voz transmitía una tranquila autoridad.
«Jacob, elimina todas las restricciones en la licitación.»
Su significado se cristalizó: este extraordinario diamante azul sería suyo, independientemente del precio. Un espécimen tan raro trascendía la mera inversión; representaba un tesoro cuyo valor sólo se revalorizaría con el tiempo.
Jacob asimiló sus instrucciones y sintió compasión por los postores. La historia había demostrado que los deseos de Corrine se transformaban inevitablemente en adquisiciones, y hoy no iba a ser diferente.
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