El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 289
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Capítulo 289:
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Sintiéndose menospreciada, Jules replicó: «Karina, me estás menospreciando mientras le das bombo. Envíame el número y averiguaré todo sobre él, incluso sus antepasados».
Corrine se deslizó dentro del coche de Nate. Con un movimiento rápido, el brazo de él la rodeó por la cintura y el otro se deslizó por debajo de sus rodillas, elevándola sin esfuerzo sobre su regazo.
El repentino movimiento sobresaltó a Corrine y, sin pensarlo, se agarró a su cuello para mantener el equilibrio. El espacio que los separaba desapareció en un instante.
«¿Tienes idea de lo que me costó no llevármela sin más?». La voz de Nate era baja y áspera, su aliento rozaba su oreja.
Corrine bajó la mirada, ocultando las emociones que parpadeaban en sus ojos. Tras un breve silencio, se mordió el labio y murmuró: «Lo siento».
Los ojos de Nate se oscurecieron al captar el movimiento de sus dientes hundiéndose en su labio, un destello agudo brillando en su mirada.
«Mírame».
Su tono era engañosamente tranquilo, pero su serena autoridad no dejaba lugar al desafío.
Las pestañas de Corrine se agitaron antes de levantar lentamente la mirada y fijarla en la intensidad de sus ojos oscuros. Durante un fugaz segundo, vislumbró algo insondable, una profundidad tan vasta que le recordó el mar de medianoche, con su superficie inmóvil, pero ocultando violentas corrientes subterráneas. Un miedo silencioso se enroscó en su pecho.
«Nate, yo…»
Antes de que pudiera terminar, sus dedos se enroscaron en su nuca, tirando de ella hacia delante mientras la silenciaba con los labios.
Su presencia lo consumía todo, su intensidad no dejaba lugar a dudas. Su beso fue más áspero que de costumbre: urgente, implacable, se abatió sobre ella como una tormenta. Era una batalla de frustración y deseo contra la que ella no podía defenderse. Sus dedos se enroscaron con fuerza en su camisa, presionando los duros planos de su pecho.
No fue hasta que el aire fue robado de sus pulmones, su visión brillando con estrellas dispersas, que finalmente la dejó ir.
«Que no vuelva a ocurrir».
Su voz era un susurro bajo y gélido contra su oído. Un escalofrío recorrió la espalda de Corrine, una sensación de frío que le recorría desde la base del cuello hasta la punta de los dedos.
Levantó la mirada y lo miró fijamente. Su intensa mirada tenía un poder innegable, un reclamo silencioso pero inquebrantable que no dejaba lugar a la incertidumbre.
Entonces, de repente, los labios de Corrine se curvaron en una sonrisa brillante. Mi madre solía decir que todos los niños son una bendición para sus familias, que merecen amor y cuidados. Pero yo nunca he sentido ese amor. Me he enfrentado a muchos abandonos. Siempre me preguntaba si era culpa mía, si no era lo bastante madura, buena u obediente. Pero por mucho que lo intentara, no podía cambiar sus prejuicios contra mí. Hiciera lo que hiciera, siempre me dejaban atrás. Así que cuando todo explotó en Internet, mi primer instinto fue creer que me abandonarían de nuevo…»
Un pesado silencio llenó el coche, espeso y sofocante.
«Nunca te abandonaré, Corrine», dijo Nate con firmeza mientras le acariciaba la nuca y le daba un beso lento y prolongado en la frente.
«Pase lo que pase, siempre estaré aquí».
La sonrisa de Corrine se ilumina.
«Lo sé.
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