El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 279
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Capítulo 279:
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Cuando sus labios se encontraron, Nate le rodeó la cintura con un brazo, la subió a su regazo y la apretó contra el asiento, tomando el control.
Nate nunca había esperado sentirse tan cautivado por una mujer. Estar cerca de Corrine encendía en él un deseo de querer siempre más, de tenerla cerca y vigilarla constantemente.
Su abuelo siempre le había advertido de que no se enamorara de nadie, advirtiéndole de que el amor podía convertirse en una vulnerabilidad.
Sin embargo, ahora Nate rechazaba ese consejo y optaba por abrazar plenamente sus sentimientos por Corrine. Si Corrine lo quería, él estaba dispuesto a poner todo su mundo patas arriba por ella.
Nate no detuvo el beso hasta que sintió que Corrine estaba a punto de asfixiarse. Su rostro estaba cálido y sonrosado cuando los dedos de Nate la rodearon suavemente por la nuca, con las frentes lo bastante cerca como para compartir secretos y las narices rozándose.
Entonces, inesperadamente, la risa de Nate llenó el aire.
Mirando confundida, Corrine se encontró con la mirada de Nate.
Nate rió entre dientes, con los ojos brillantes de picardía.
«Creo que entiendo mejor la historia: Helena de Troya».
Sus ojos oscuros contenían un afecto imposible de expresar con palabras, y la suave sonrisa de sus labios hacía casi imposible apartar la mirada.
La ceja de Corrine se arqueó juguetonamente al preguntar: «¿No hay miedo en ti de que pueda arruinar tu reino?».
«Mi reino está bien preparado para manejar el caos que traes», respondió Nate con una cálida risita.
Absortos en su intercambio íntimo, Nate y Corrine permanecieron ajenos al mundo exterior, donde la familia Ashton se enfrentaba a una creciente desaprobación pública.
Hay cosas que no invitan a la comprensión, sobre todo cuando una persona ajena interfiere en una relación. Esto se hizo evidente cuando estalló el escándalo de la celebración del aniversario, empujando a Leah al centro de un frenesí en las redes sociales, enfrentándose a críticas duras y personales.
Llevada por la rabia, Leah se recluyó en su dormitorio, destrozando violentamente sus pertenencias en un intento de calmarse. Sin embargo, su furia seguía siendo implacable.
Sus ojos se posaron en el cuchillo de fruta que había en un cuenco. Agarrándolo, cortó furiosamente una manzana, cada golpe puntuado por un furioso «¡Puta! ¡Zorra! ¡Zorra!»
Una llamada a su puerta detuvo su asalto; la voz preocupada de su madre flotó diciendo: «Leah, ¿estás ahí? Bruce está esperando fuera».
Una rápida mirada al desorden que la rodeaba y al cuchillo manchado de sangre que llevaba en la mano hizo que Leah se apresurara a empezar a limpiar.
Mientras tanto, en la puerta de su casa, Sonia Burgess, alarmada por el silencio, llama con más fuerza.
¿»Leah»? ¿Me oyes? Por favor, Leah.»
A su lado, la expresión de Bruce estaba cargada de preocupación mientras llamaba con fuerza, intentando abrir la puerta.
«Leah, abre. Es Bruce.» Estaba a punto de forzar la puerta cuando de repente se abrió de par en par.
Leah estaba de pie frente a Bruce, vestida con un vestido blanco. Las lágrimas habían manchado su pálido rostro y las marcas de las bofetadas de Corrine destacaban en sus mejillas, rojas e hinchadas. Parecía una flor abatida por la tormenta.
«Bruce…» Su voz se quebró con una rasposidad desgarradora mientras se inclinaba sobre su pecho, con las lágrimas amenazando con derramarse.
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