El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 22
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 22:
🍙🍙🍙🍙🍙
Justo cuando Matías se dio la vuelta para marcharse, un pensamiento cruzó su mente y le gritó: «Va a llover fuera. Llévate este paraguas».
Matías se quedó inmóvil un instante y luego se volvió con una sonrisa de inesperada calidez.
«Gracias, Srta. Holland». Cuando la miró a los ojos, el escrutinio de antes se transformó en algo más: una comprensión silenciosa, tal vez incluso aprecio.
Antes, cuando Matías había visto a Nate en la oficina -haciendo varias cosas a la vez con una delicadeza que sólo él podía lograr, dirigiendo una videoconferencia mientras cortaba fruta con esmero-, la imagen le había parecido a la vez extrañamente caprichosa e inexplicablemente cautivadora. Lo que le pilló desprevenido no fue sólo la meticulosidad con la que Nate disponía la fruta, sino la inesperada instrucción de entregársela personalmente a Corrine.
Después de trabajar como ayudante de Nate durante años, nunca había visto a su jefe desvivirse por nadie. La idea de que Nate pelara fruta para alguien ya era absurda, pero ¿para una mujer? Eso era territorio desconocido.
Sin embargo, el comportamiento de Corrine había reescrito el guión al que Matías se había acostumbrado.
Como subordinado de Nate, hacía tiempo que dominaba el arte de manejar los tonos imperiosos de herederos y herederas con derecho, cuyas órdenes solían lanzar con toda la delicadeza de una catapulta. Incluso cuando la gente le mostraba cortesía, era siempre por deferencia a Nate, nunca como reflejo de un respeto genuino. Corrine, sin embargo, era diferente. Lo trataba con total sinceridad, como si fuera un ser humano más y no una mera pieza del engranaje de la ambición ajena.
Después de hacer su recado, Matías regresó al despacho con un informe en la mano. Tras deliberar un poco, dio un paso al frente y se lo ofreció a Nate, vacilante.
«Señor, ¿quiere revisar esto?»
La mirada de Nate se alzó, afilada e inquebrantable, atravesando a Matías como una cuchilla dispuesta a desenterrar secretos.
Matías sintió que se le aceleraba el pulso y que la parte trasera de la camisa se le pegaba a la piel al sudar frío. Armándose de valor, explicó con cautela: «Hay algunos rumores desfavorables sobre la señorita Holland, así que me tomé la libertad de investigarlos».
Sin un atisbo de vacilación, Nate cogió el informe, lo desmenuzó con aire de absoluta indiferencia y lo despidió secamente.
«Guarda tu ingenio para algo que merezca la pena».
La frialdad casual de su tono transmitía una autoridad que dejó a Matías helado.
«Sí, señor», respondió, inclinando la cabeza en señal de reconocimiento.
Matías sabía que se había excedido. Interpretar las intenciones de un superior era una cosa, pero ¿asumirse el derecho a actuar en consecuencia sin recibir instrucciones? Fue un gran error.
Sin embargo, dado que la reputación de Corrine no era muy buena, Matías sólo había actuado con preocupación, temiendo que los rumores pudieran causar problemas innecesarios a Nate. Pero la mirada de Nate era decidida: no le interesaba oír rumores, verdaderos o falsos.
Rompiendo el tenso silencio, sonó la voz de Nate, firme y decidida.
«Confío en ella».
.
.
.