El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 203
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Capítulo 203:
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Antes de que pudiera dar más detalles, Nate cogió su abrigo y salió del despacho con determinación, dejando a Matías momentáneamente aturdido en silencio.
Aunque siempre había sabido que Nate tenía un especial aprecio por Corrine, la profundidad de su preocupación resultó sorprendente. Teniendo en cuenta la ansiosa partida de Nate, Matías se permitió una pequeña sonrisa: tal vez la prima de este año aumentaría considerablemente.
Mientras tanto, en la comisaría, Corrine mantenía un aire de estudiada despreocupación, con las piernas cruzadas elegantemente mientras apoyaba la barbilla en una mano y miraba de vez en cuando hacia el reloj de pared.
Su conducta sugería expectación, como si esperara la llegada de alguien. Sus sutiles movimientos no pasaron desapercibidos a los atentos agentes de la sala de vigilancia.
«¿Son estos los sospechosos que mencionó?», preguntó un agente cuando una grácil figura entró en la zona de observación.
Leah se acercó al cristal y su mirada se posó en Corrine, que estaba esposada. Sintió que la frustración contenida en su corazón por fin se disipaba. Su mirada se desvió hacia los dos hombres.
«A esos dos los reconocería en cualquier parte, ¡incluso reducidos a cenizas!».
Eran los mismos hombres que le habían vendido la gema falsificada, lo que la había humillado ante la familia Ashton.
Los agentes intercambiaron miradas significativas ante su confirmación.
«Señorita Burgess, le agradecemos su cooperación. Podrá marcharse una vez completado el papeleo», le informó un agente.
«¿Irme?» La sorpresa de Leah se transformó rápidamente en una sonrisa practicada.
«¿Pero qué pasa con ellos? Me estafaron más de dos millones».
Aunque la suma significaba poco para ella personalmente, Leah se negaba a dejar el asunto en paz. Ansiaba ver la completa degradación de Corrine y presenciar la vergüenza de su rival mientras se la llevaban encadenada.
«Les mantendremos informados de cualquier novedad», afirmó el agente con firmeza.
«Por favor, Srta. Burgess, sígame.»
Ante la firme postura de la agente, Leah no tuvo más remedio que obedecer. Mientras se daba la vuelta para marcharse, lanzó una mirada venenosa a Corrine, sus ojos brillaban con malicia como una serpiente oculta en la hierba alta, lista para atacar. La justicia prevalecería, pensó, y Corrine pronto probaría el amargo trago de la desgracia.
En la sala de interrogatorios, Corrine pareció percibir el escrutinio hostil. Levantó la mirada hacia la posición de Leah, con expresión impasible.
Sus ojos tenían el frío penetrante de la escarcha de pleno invierno e irradiaban una frialdad ártica capaz de helar la sangre en las venas.
En ese breve momento de conexión, Leah sintió que el corazón se le contraía como si lo atenazara una fuerza invisible, y que se le cortaba la respiración. Un destello de miedo primitivo cruzó sus facciones mientras balbuceaba: «¿Puede ver…?».
El agente desestimó la ansiedad de Leah, atribuyéndola a la preocupación natural por las represalias criminales.
«El cristal es unidireccional, Srta. Burgess. No pueden verla», le aseguró con paciencia.
El alivio inundó las tensas facciones de Leah mientras respiraba tranquilamente y seguía al agente hacia la salida.
A su paso, Wilbur regresó a la habitación, dejando caer una carpeta sobre la mesa con frustración apenas contenida.
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