El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 192
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Capítulo 192:
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Su beso llegó como una tormenta repentina, inesperada e implacable, aturdiéndola y dejándole la mente en blanco.
Sus pestañas se agitaron con pánico, sus manos lucharon contra la intensidad del momento, como si tratara de recuperar algún sentido de control. Tenía la sensación de que todo se le iba de las manos.
Perdió la noción del tiempo hasta que la voz profunda y ronca de Nate retumbó en su oído.
«¿Intentas volverme loco?»
Su rostro permaneció enterrado en la curva de su cuello, su cálido aliento abanicando su piel, enviando olas de escalofríos por su espina dorsal.
Corrine se apartó torpemente, con el pecho subiendo y bajando mientras calmaba la respiración, y preguntó con inesperada seriedad: «¿No tienes aún trabajo que terminar?».
«¿Y qué?» Nate respondió con indiferencia, rodando sobre su espalda.
Corrine frunció el ceño e intentó incorporarse.
«Date prisa y ponte a trabajar, así podrás descansar temprano esta noche».
«Déjame quedarme contigo un poco más», insistió Nate, volviendo a estrecharla entre sus brazos con un movimiento lento y decidido.
«Me costó mucho estar aquí contigo».
Corrine rió suavemente, curvando los labios con un brillo burlón en los ojos.
«Este es tu sitio. ¿Quién te impediría entrar?»
«Si no estás aquí, ¿qué sentido tiene que me quede?». replicó Nate, con un tono suave pero lleno de significado. Le besó la coronilla, con voz grave y llena de emoción.
«Antes de ti, no sabía lo que era el amor. Ahora, sin ti, nada más en este mundo significa nada para mí».
Corrine siempre se preparaba para las ocasionales palabras dulces de Nate, pero cada vez que salían de sus labios, la atravesaban como una flecha, dejándola vulnerable.
Era como si llevara un escudo, pero éste no podía protegerla de su enérgica ternura.
Pero en ese momento, el aguijón no provenía de una herida fría e insensible, sino de Nate, un hombre que parecía distante e indiferente en la superficie, pero que en el fondo su corazón ardía de pasión, determinación y un rastro de obsesión.
Corrine no era una santa, y no era inmune a la belleza ni a las palabras dulces. Todo lo que adoraba parecía converger en el hombre que tenía delante: Nate. ¿Cómo podía resistirse a él, con toda su calidez e intensidad rodeándola? ¿Cómo podía mantener la lucidez ante aquella atracción abrumadora?
Miró a Nate, sus ojos se suavizaron con una pizca de afecto, sus labios se curvaron en una sonrisa juguetona.
«Nate, estás más allá de la salvación.»
«Estoy salvado», murmuró Nate, estrechando su abrazo lo suficiente para acercarla a ella. Inclinándose, con voz grave e íntima, le susurró al oído: «Tú eres quien me mantiene con los pies en la tierra».
Corrine se detuvo un momento, con la respiración entrecortada, y le dio un ligero golpe en el pecho.
«Tengo una reunión mañana temprano. Debería descansar un poco».
«Entonces vete a dormir».
Lo que había empezado como un comentario burlón terminó con Corrine susurrando suavemente: «Buenas noches». Luego apoyó la cabeza en su brazo y se quedó plácidamente dormida.
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