El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 190
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Capítulo 190:
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«¡Explícate!»
Los labios de Nate se curvaron en una sonrisa juguetona, su aliento cálido contra su oreja mientras se inclinaba, sus labios rozando su mejilla con una ternura que la cogió desprevenida.
«Aceptaste estar conmigo, y sin embargo te mantienes a distancia de mí. Me haces pensar siempre en ti. ¿No es exasperante?»
Corrine se quedó paralizada, con la mente momentáneamente en blanco, la dulzura de sus palabras la desarmó.
Sintió que su corazón flotaba, abrumado por la sinceridad y la calidez de su sencilla declaración.
Así que esto era lo que se sentía al ser bañada con las dulces palabras de un hombre.
Aunque su mente le pedía a gritos que mantuviera la compostura, su corazón la traicionó y se hundió aún más en aquel momento, arrastrado por su inesperada ternura. Sus pestañas se agitaron y su mirada se volvió lentamente hacia la de él, con el corazón latiéndole desbocado en el pecho.
Era casi imposible creer que un hombre con una presencia tan cautivadora hubiera estado soltero todos estos años.
Con su influencia, su innegable encanto, podía tener fácilmente a quien quisiera.
¿Podría ser que hubiera algo en él, algún secreto, que le impidiera abrirse plenamente a los demás?
Nate, sintiendo la simpatía en sus ojos, arrugó ligeramente las cejas.
«¿En qué estás pensando?»
«Nada». Corrine bajó la mirada, ocultando el remolino de emociones que amenazaba con desbordarse.
Nate la observó un momento, sus ojos se ablandaron antes de encender el secador.
Sus dedos se deslizaron por su sedoso cabello, su tacto suave al masajearle el cuero cabelludo, notando el ligero temblor de su cuerpo mientras la estrechaba contra sí.
«Bastante sensible».
La brillante ventana de cristal de la habitación, bañada por una suave luz, parecía un espejo transparente.
Corrine observó cómo Nate sujetaba el secador, sus movimientos suaves y deliberados mientras le secaba el pelo. Era imposible no darse cuenta de que Nate poseía un rostro capaz de lanzar mil naves, haciendo que hasta las tareas más sencillas parecieran hipnotizadoras. Incluso con el secador en la mano, desprendía una elegancia sin esfuerzo, una nobleza natural que parecía brillar en todo lo que hacía.
«Si sigues mirándome así, no podré resistirme», murmuró Nate, sujetando con la mano unos mechones de su pelo mojado. Su voz, profunda y suave como el terciopelo, agitó algo en su interior, golpeando directamente su corazón.
Corrine no pudo evitar darse la vuelta para mirarle, pero antes de que pudiera girarse del todo, la mano de él le apretó suavemente la cabeza para que volviera a su sitio.
«No te muevas. Un silencio confortable se instaló entre ellos, el zumbido del secador de pelo como suave telón de fondo de su quietud.
La mirada de Corrine se desvió hacia el armario, sintiendo curiosidad.
«¿Preparaste toda la ropa del armario?»
«Sí», respondió Nate, con un tono firme, casi como si se hubiera esperado la pregunta.
«Este lugar será tuyo tarde o temprano».
Sus palabras, sencillas pero certeras, se sintieron como una piedra caída en las aguas tranquilas de su corazón, enviando ondas a través de sus pensamientos.
Ella giró la cabeza, con la mente acelerada mientras le miraba fijamente, separando ligeramente los labios.
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