El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1725
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Capítulo 1725:
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Frustrada, golpeó el volante con la palma de la mano antes de obligarse a calmarse.
El Continente Independiente tenía unas normas muy estrictas. No se permitía la entrada a personas ajenas sin autorización. Incluso si alguien lograba cruzar la frontera, los servicios de seguridad lo expulsaban inmediatamente.
Frunció el ceño mientras estos pensamientos se enredaban en su mente, todo confuso e incierto.
En ese momento, su teléfono comenzó a sonar. Lo cogió y respondió sin mirar la pantalla. «¿Nate?».
Una voz masculina respondió. «Señorita Holland, me temo que no».
Era Jonathan. «Si Nate supiera lo que estás haciendo ahora mismo, me pregunto qué pensaría», dijo.
La expresión de Corrine se ensombreció. «¿Por qué me has llamado?»
«Oh, nada urgente. Solo he oído que has tenido un pequeño incidente recientemente y he pensado en llamarte», respondió Jonathan con suavidad. Su voz sonaba demasiado informal, teñida de satisfacción, como si estuviera disfrutando de su desgracia.
A Corrine le vino a la mente algo que Saul había dicho una vez: que Jonathan y Nate eran enemigos acérrimos, con una rivalidad profundamente arraigada. ¿Podría ser que Jonathan tuviera una forma de entrar en el Continente Independiente?
El pensamiento se le escapó antes de que pudiera detenerlo. «¿Hay alguna forma de que puedas ayudarme a entrar en el Continente Independiente?».
«¿De verdad estás pensando en ir?», preguntó Jonathan con tono incrédulo.
Los ojos de Corrine se iluminaron con esperanza. «Si puedes ayudarme, te pagaré lo que pidas».
Jonathan soltó una risa burlona. «¿Te parezco alguien a quien le importa el dinero?».
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—Entonces, ¿qué quieres?
—Es sencillo —respondió él—. Acepta dos condiciones. Ninguna de ellas traspasará los límites morales ni perjudicará los intereses de la familia Ford.
Corrine ni siquiera se lo pensó. —De acuerdo.
Sabía muy bien que cada segundo perdido podía marcar la diferencia para Nate. Su rápida respuesta provocó una breve y amarga risa en Jonathan. —Realmente harías cualquier cosa por él.
Había una punzada de frustración en sus tranquilas palabras, como si estuviera masticando su enfado.
—A las once de esta noche. En el muelle de East Harbor.
La expresión de Jonathan se torció con irritación. Entre dientes, espetó: —Corrine, déjame recordarte que eres tú quien pide ayuda. Eso significa que debes seguir mi horario. ¿Entendido?
—El momento no es el adecuado —dijo ella con firmeza—. Necesito verte ahora. Ahora mismo.
Jonathan apenas pudo contener una maldición. Apretó la mandíbula. —Increíble. La línea se cortó.
Mientras el tono de llamada zumbaba en su oído, Corrine exhaló un largo suspiro.
Sabía que su petición era exagerada, pero nada más importaba en ese momento. No cuando Nate podía estar en peligro.
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