El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1718
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Capítulo 1718:
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Jules observaba la finca con ojos fríos y calculadores, atento a cualquier movimiento.
«Señor, ¿entramos?», preguntó su asistente.
Jules sostenía un cigarrillo entre los dedos, recostado en su asiento con indiferencia. Una leve sonrisa se dibujó en sus labios mientras exhalaba un suspiro silencioso. «Con Nate involucrado, no tendré ninguna oportunidad de demostrar mi valía esta noche».
Aunque sus palabras sugerían frustración, su expresión revelaba un alivio genuino. Sabía que Nate protegería a Corrine. E incluso si Nate decidía no destruir por completo a la familia García, Jules estaba seguro de que pagarían caro por haber hecho daño a Corrine.
Colton gritó órdenes, instando a todos a que cogieran solo lo esencial y abandonaran el resto.
No había tiempo que perder: lo primero era escapar.
El audaz ataque de Nate a la finca de los García dejó al descubierto todo el complot: el intento de Fabián de contratar a alguien para matar a Corrine ya no era un secreto. Era casi seguro que Nate ya había detenido al conductor.
Incluso si Corrine hubiera sobrevivido, la culpa de Fabián por intentar quitarle la vida era innegable. Con el conductor probablemente testificando, la participación de Fabián en el crimen se volvió imposible de disputar.
No había ningún camino a seguir que no terminara con Fabián enfrentándose a la ley.
Esa comprensión brilló en los ojos de Colton, cuya mirada se tensó con alarma.
—Papá, ¿de verdad tenemos que huir así? —preguntó Fabian, con el rostro pálido, una mano agarrándose el estómago dolorido y una mirada renuente a Colton.
Los ojos de Colton permanecieron fijos en él. —Si nos quedamos aquí, nos aplastarán junto con lo que queda del nombre García. Y tú… te arrestarán sin dudarlo.
Fabian no discutió. Un pesado silencio lo envolvió.
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Solo ahora se dio cuenta del peso de su imprudente decisión. Solo pretendía asustar a Corrine, mantenerla alejada de Pinetree City y frenar la expansión de la familia Ford. Nunca imaginó que las cosas llegarían tan lejos. Por primera vez desde que había heredado el liderazgo, Fabián había sufrido un golpe devastador.
El dolor de haber sido superado, especialmente por una mujer, se apoderó de su pecho. Un sabor metálico le llenó la boca cuando, de repente, escupió sangre. «Ugh».
«¡Cariño!».
«¡Papá!».
El pánico se apoderó de su esposa e hijos. Los sirvientes corrieron en todas direcciones y la habitación se sumió en el caos.
El rostro de Colton se tensó por la alarma, pero se obligó a mantener la compostura en su voz. —¡No os quedéis ahí parados, llamad a una ambulancia!
La familia esperaba la ambulancia en un silencio inquieto. Entonces, un sirviente irrumpió por la puerta, jadeando. —Ha pasado algo…
Colton, sentado tenso en el sofá, entrecerró los ojos. —¿Qué pasa?
El sirviente dudó y tragó saliva. «Señor, es la policía. ¡Están en la puerta!».
Colton se puso de pie de un salto. «¿Qué ha dicho?».
No hizo falta que repitiera la pregunta. Los agentes uniformados entraron en la habitación.
El agente que iba delante mostró su placa. «Hemos recibido un chivatazo: Fabian García es sospechoso de organizar un accidente de coche y causar daños intencionados. Debe acompañarnos para ser interrogado. Le pedimos su colaboración».
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