El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1712
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Capítulo 1712:
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Jules frunció el ceño al ver la sangre en su frente. «Vamos al hospital».
Rachel miró a Corrine con preocupación. «¿Seguro que estás bien?».
«Estoy bien», le aseguró Corrine, con la mirada fija en la carretera.
El camión que la había atropellado se alejaba acelerando, desapareciendo en la distancia.
«No ha sido un accidente, ha sido intencionado, probablemente por orden de alguien», conjeturó Rachel con voz firme. «Revisaremos las cámaras de vigilancia cercanas. Quizás nos den alguna pista».
Corrine asintió con la cabeza y le dijo a Jules: «Primero, vamos a tu casa». Una visita al hospital sin duda llamaría la atención de Nate.
—Entendido.
Pronto llegaron a la villa de Jules, donde un médico ya la estaba esperando para atender sus heridas.
Al ver la sangre en la cara de Corrine, el médico actuó con rapidez y le curó las heridas con mano experta. Afortunadamente, solo eran cortes superficiales causados por el cristal.
Una vez que el médico se marchó, Jules volvió a entrar en la habitación de Corrine. —Parece que en Pinetree City se están impacientando.
Corrine bajó la mirada mientras tecleaba rápidamente en su teclado, redactando un mensaje. Sin embargo, antes de que pudiera enviarlo, su teléfono sonó.
Era Nate.
Sus dedos dudaron antes de rechazar la llamada. Casi inmediatamente, el teléfono volvió a sonar, con el nombre de Nate iluminando la pantalla. Respiró hondo y respondió. «Lo siento, estaba en una reunión y rechacé tu llamada por accidente».
«¿Vas a salir por tu propio pie o tengo que entrar y sacarte a rastras?». La voz de Nate era baja y fría, y su enfado era palpable.
El pánico se reflejó en los ojos de Corrine. Se levantó rápidamente y se dirigió hacia la ventana. Al ver un coche familiar aparcado fuera, se le encogió el corazón. Tenía la intención de mantener el accidente en secreto, pero ahora parecía imposible.
«Espérame».
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Después de terminar la llamada, se volvió hacia Jules.
Antes de que Corrine pudiera decir una palabra, Jules la despidió con una mirada desdeñosa. «Date prisa, antes de que tu prometido derribe la puerta».
Corrine exhaló. Esa era, sin duda, una acción característica de Nate.
Al salir de la seguridad de la villa de Jules, intentó ocultar el vendaje blanco que llevaba en la frente, pero fue en vano.
Nate se fijó en la sangre que manchaba el vendaje en cuanto la vio, sus dedos se crisparon como si estuvieran apretando algo invisible, y su corazón se contrajo por el pánico y el dolor. Su expresión se endureció y apretó la mandíbula mientras luchaba por contener su ira.
«Solo es un corte leve», le aseguró Corrine, agarrándole suavemente la mano tensa.
La mirada de Nate era profunda y reflejaba confusión. «Entonces, ¿qué constituye una lesión grave a tu modo de ver?».
Su corazón dio un vuelco al oír su tono.
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