El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1695
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Capítulo 1695:
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Corrine soltó una risa suave e incrédula. «¿Así que metes a todos los hombres en el mismo saco, incluyéndote a ti mismo?».
Era irónico, la verdad. Leif acababa de lanzar una crítica mordaz a los hombres como si él no fuera uno de ellos. Ella lo miró fijamente. El tiempo lo había transformado de forma sutil, pero indudable. Su cabello, que antes llevaba corto, había crecido, y la bata blanca que solía llevar siempre puesta había desaparecido. Sus rasgos eran ahora más marcados, más definidos, más maduros.
Pero los rastros del chico que solía ser aún perduraban bajo todo eso. Sus ojos no habían cambiado. Seguían siendo cálidos. Seguían siendo amables. Seguían llenos de un afecto tranquilo e inquebrantable por ella.
Se encontró volviendo a su época en la organización Red Flame, a cómo todos a su alrededor se habían preocupado por ella. Cada persona que había conocido allí le había dejado un sentimiento distinto. Y con Leif, siempre había sido consuelo. Con él, compartía partes de sí misma que rara vez le revelaba a nadie más. Él había sido su confidente. Siempre estaba ahí, como un hermano mayor, para protegerla y mimarla.
Leif apretó los labios, sin apartar la mirada de ella. «¿Ha sido bueno contigo?».
Corrine arqueó una ceja y le lanzó una mirada cómplice. —Tú, mejor que nadie, ya sabes la respuesta a esa pregunta.
Cuando Vulture y Hawk afirmaron que Corrine estaba saliendo con Nate, nadie les tomó en serio, hasta que Leif lo vio con sus propios ojos, difundido por todo Internet. Le había parecido… extraño. Fuera de lugar. Corrine nunca había sido de las que mostraban su afecto en público.
En Red Flame, siempre había sido la última en abrirse, cautelosa, reservada, a veces ajena a lo que sentían los demás, a menos que alguien se lo explicara con detalle.
Incluso cuando algo le preocupaba, lo mantenía oculto. Si nadie le preguntaba, no decía nada. E incluso cuando lo hacían, solo revelaba fragmentos, nunca el todo.
Así que cuando hizo una declaración de amor en público con tanta audacia, pilló a todos por sorpresa. No se podía negar la sinceridad de sus sentimientos por Nate. Esa imagen —su beso con Nate bajo las brillantes luces de la torre, un globo rojo en forma de corazón flotando hacia el cielo, rodeados por un suave resplandor de neón y promesas susurradas— quedó grabada en la mente de Leif. Un recuerdo imposible de olvidar.
Estaba genuinamente feliz por ella. Lo estaba. Pero algo se le encogía en el pecho cada vez que pensaba en ello. Un extraño peso que no podía explicar. La chica a la que había cuidado, protegido y querido, ahora era de otra persona.
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Exhaló lentamente. —¿Es él la razón por la que no has vuelto a vernos?
Corrine vaciló por un segundo y luego negó con la cabeza. —No se trata de él —murmuró—. Es solo que… aún no estoy preparada. No estaba preparada para enfrentarse a ellos.
Su repentina partida había conmocionado a todos: Vulture, Hawk, incluso Kinsley lo habían tomado muy mal. Antes, ella había vivido como si no tuviera que rendir cuentas a nadie. Pero esa libertad tenía un precio, que había recaído sobre los hombros de su anciano abuelo, que ya no podía soportarlo solo.
Él la había protegido, había hecho posible que ella viviera así. Ahora, los papeles estaban cambiando. Era su turno de cargar con el peso, de dar un paso al frente y darle la paz que se merecía en sus últimos años.
Pero lo que realmente la frenaba era su miedo, el miedo al anhelo que podría volver a invadirla si regresaba a Red Flame. Esa naturaleza indómita había sido una vez su libertad, su escape. Un lugar al que era demasiado fácil volver. Y si volvía, no estaba segura de poder marcharse de nuevo. La tentación era demasiado fuerte.
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