El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1665
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Capítulo 1665:
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De vuelta en la sala privada, comenzó la comida conjunta entre las familias Ford y Hoffman.
Carl, ahora frágil por la edad, tuvo que marcharse temprano debido a su salud.
Corrine lo acompañó al coche y se volvió hacia el edificio cuando una voz la llamó: «Señorita Holland».
Se giró y vio a Zeke acercándose, con expresión serena y tono formal.
«Señor Cooper, ¿necesita algo?», preguntó con una sonrisa educada y distante.
Zeke tomó un expediente de su asistente y se acercó. «Esto es lo que pidió».
Dentro había los documentos legales relativos a la villa de la familia Holland. Corrine había intentado pujar por la villa en una subasta, pero la oposición de otras familias influyentes de Pinetree City había complicado las cosas.
Con pocas opciones disponibles, había llegado a un acuerdo con Zeke. Él la ayudaría a conseguir la villa y, a cambio, ella le abriría las puertas del mercado de Riverveille.
—La subasta del Grupo Holland es la semana que viene —dijo Zeke mientras le entregaba la carpeta, con sus ojos oscuros fijos en ella—. ¿No quiere echarle un vistazo? Quizá le dé alguna idea —pensó.
Corrine ni siquiera miró la carpeta. —No es necesario.
La cogió con calma y se dio la vuelta para marcharse.
Zeke arqueó una ceja. —¿Seguro que no quieres abrirla?
Ella sonrió levemente. —Confío en su trabajo, señor Cooper.
Su abuelo siempre le había enseñado que, si decides trabajar con alguien, debes confiar plenamente en esa persona.
Y ella confiaba en la profesionalidad de Zeke y en el criterio de Jules.
Mientras se dirigía de nuevo a la sala privada, Corrine se encontró con Callie, que acababa de regresar del baño.
Se cruzaron, pero Callie no pudo evitar murmurar entre dientes: «Seductora».
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Había planeado encontrar una excusa para hablar con Zeke antes, pero lo vio esperando a Corrine.
Verlos interactuar había despertado en ella una amarga mezcla de celos y resentimiento.
Los hombres siempre se fijaban en las guapas, pensó con rencor.
Corrine la ignoró y pasó de largo como si no hubiera oído nada. Ese silencio, esa indiferencia, enfurecieron aún más a Callie.
Callie espetó con desdén: «Tienes suerte de que la familia Ford te respalde. Eres guapa, inteligente y una maestra en las relaciones sociales. Los que no saben que estás con los Ford podrían pensar que solo eres una chica mimada y promiscua. Igual que tu madre antes de que…».
Antes de que pudiera terminar, Corrine se giró y empujó a Callie contra la pared con un rápido movimiento, agarrándola por el cuello con la mano.
Corrine se inclinó lentamente, con los ojos como fragmentos de hielo, fríos e inmóviles.
—Callie, si no aprendes a mantenerte en tu sitio, yo te enseñaré.
Había tolerado las constantes pullas de Callie por respeto a Chelsea.
Incluso cuando Callie había intentado crear problemas antes, Corrine lo había dejado pasar; al fin y al cabo, era el gran día de Jules.
¿Pero arrastrar a su difunta madre por el barro? Eso era imperdonable.
Corrine apretó el agarre. Su mirada era distante, su expresión aterradoramente tranquila mientras Callie se debatía bajo sus dedos.
La cara de Callie se sonrojó. Las venas se le hincharon en la frente. Sus ojos se volvieron vidriosos, inyectados en sangre, mientras arañaba desesperadamente la muñeca de Corrine.
—Co… Corrine… Tú… —Tosía después de cada sílaba.
Corrine la miró sin mostrar emoción alguna.
—¿Qué crees que haría la familia Hoffman si te estrangulara hasta matarte aquí mismo?
El miedo finalmente destrozó la arrogancia de Callie.
No era un farol. Corrine no solo estaba enfadada, sino que hablaba muy en serio.
Si moría en ese momento, ¿la protegería su familia?
¿Se atreverían siquiera a enfrentarse a Corrine?
De repente, la advertencia de Gregory resonó en su mente. «Callie, si causas problemas, ni siquiera la familia Hoffman podrá protegerte».
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