El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1623
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Capítulo 1623:
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Corrine no estaba segura de lo que sentía por Jonathan. No era amor, de eso estaba segura. Pero llamarlo amistad tampoco captaba lo que realmente era. Solo sabía una cosa: no quería verlo morir.
Aunque sus palabras fueron pronunciadas con una calma inquietante, cayeron como un trueno silencioso en el corazón de Jonathan. Las ondas que provocaron tardaron mucho tiempo en desvanecerse. Él miró fijamente a Corrine, con los ojos fijos y sin parpadear, mientras una tormenta de emociones se agitaba bajo su tranquila fachada.
Después de lo que pareció una eternidad, tragó saliva con dificultad. —Corrine, ¿es posible que sientas algo por mí?
Ella parpadeó, atónita y en silencio. Una parte de ella deseaba sinceramente abrirle el cráneo e inspeccionar el funcionamiento interno de su cerebro: ¿le faltaba un tornillo?
Antes de que pudiera formular una respuesta, el vehículo de Nate se detuvo en la acera. Corrine no perdió tiempo. Abrió la puerta y se deslizó dentro sin mirar atrás.
Jonathan permaneció clavado en el sitio, con una tranquila sonrisa en los labios mientras la veía desaparecer por la calle.
Bleacher salió por la entrada del bar. Vio a su jefe allí de pie, con esa ridícula sonrisa de ojos brillantes, y se inclinó hacia él, bajando la voz. «Sr. Martel… se ha ido».
Si los demás se enteraban de esa expresión de enamorado, poco quedaría de su autoridad.
Pero Jonathan no le prestó atención. Seguía perdido en sus propios pensamientos, ajeno al mundo que lo rodeaba.
Desde niño, había albergado la creencia de que era irremediable, un núcleo podrido envuelto en carne humana. Se despreciaba a sí mismo. Despreciaba a todo el mundo.
Así que, cuando alguien le mostró amabilidad por primera vez, lo cuestionó profundamente. Tenía que ser un truco, una trampa. Lo abordó con cautela, esperando la trampa. Con el tiempo, esa curiosidad cautelosa se convirtió en una silenciosa obsesión. Se perdió en esa calidez, en esa ilusión de cariño.
Hasta que alguien lo destrozó y lo dejó sangrando entre las ruinas.
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Se había convencido a sí mismo de que nadie en este mundo volvería a ofrecerle un cuidado genuino. Pero las palabras de Corrine de hacía un momento, sencillas, quizás incluso descuidadas, habían despertado algo en su interior. Un sentimiento lejano y olvidado.
Era como estar solo en la oscuridad total y sentir de repente la luz del sol rozando tu piel. Como si el universo susurrara: «Extiende la mano… y quizá vuelvas a tocarla».
Poco a poco, sus pensamientos se fueron uniendo. La sonrisa de sus ojos se desvaneció, sustituida por algo más frío, más duro. «¿Algún movimiento en el laboratorio?», preguntó, con un tono de voz que se volvió acerado.
Bleacher se enderezó, bajando la voz instintivamente. «Siguen trabajando horas extras, pero el progreso es lento… los resultados han sido decepcionantes».
Bleacher sintió el cambio en la energía de Jonathan, una presión asfixiante e invisible que le oprimía el pecho.
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