El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 159
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Capítulo 159:
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«¿Por qué está esto aquí?», murmuró en voz baja.
La atención de la sala se desvió hacia la gema como atraída por un hilo invisible, con la curiosidad parpadeando en sus ojos. ¿Había algo más en este regalo de lo que parecía?
Leah, por su parte, confundió el repentino interés con admiración. El orgullo revoloteó en su pecho, aunque mantuvo la compostura.
«Esta es una joya rara una vez apreciada por la realeza. Algo que adquirí con gran cuidado. ¿Hay algún problema con ella?»
La sonrisa de Donnelly creció sutilmente mientras jugueteaba distraídamente con la pulsera entre sus dedos. Su actitud despreocupada contradecía la agudeza de su tono.
«Objetos como estos… están hechos para ser disfrutados».
La gema había alcanzado un nivel de artesanía tan convincente que podía engañar incluso a veteranos conocedores de antigüedades. Si no hubiera sido por la fugaz mirada de Corrine, no le habría prestado atención.
Diego, percibiendo la tensión latente, deliberó un momento antes de hablar con cautela.
«Sr. Gilbert, ¿está insinuando que esta gema podría no ser auténtica?»
Donnelly volvió a colocarse la pulsera en la muñeca y palmeó ligeramente el hombro de Diego.
«Discutámoslo en otro momento».
El sutil peso de su voz bastó para que Diego dejara de presionar en busca de respuestas.
Leah, sin embargo, de pie a un lado, sintió que su confianza vacilaba. Algo iba mal. Sin vacilar, se apresuró a seguirle, con un tono urgente y defensivo.
«¡Sr. Gilbert, esta gema vino de Timeless Treasures!»
De repente, Donnelly se detuvo en seco y su mirada se clavó en Leah con una intensidad cortante.
«¿Crees que Timeless Treasures es un establecimiento cualquiera?»
Aquella mirada fría y penetrante era como una cuchilla apretada contra su garganta, que obligaba a Leah a contener la respiración. Sus pupilas se estremecieron ante su mirada inflexible.
Los labios de Donnelly se curvaron en una leve sonrisa, pero el calor que desprendía estaba ausente.
«Ya la he librado de la deshonra delante de todos, Srta. Burgess. No haga que me arrepienta».
Mientras Donnelly se alejaba, Leah se quedó paralizada, sintiendo el peso de sus palabras. No fue hasta que desapareció de su vista que la realidad se abatió sobre ella.
Los acontecimientos del día se escaparon de su control, superando con creces todo lo que había imaginado.
Había supuesto que la extravagante joya que con tanto esmero había procurado a Farris le granjearía su admiración, la suficiente para eclipsar a todos los presentes, especialmente a Corrine.
Pero el destino tenía otros planes. El portalápices antiguo que Corrine había traído resultó ser auténtico, lo que la descubrió como propietaria de Timeless Treasures. Mientras tanto, el regalo meticulosamente elegido por Leah resultó ser una falsificación. El contraste fue enorme, lo que la hizo caer en picado desde el pedestal en el que se había colocado hasta las profundidades de la humillación.
¡Y todo gracias a Corrine!
Cada vez que Leah intentaba poner a Corrine en su sitio, acababa siendo ella la humillada. Su carrera se había resentido por culpa de Corrine, y ahora su reputación estaba por los suelos. Corrine era sin duda su némesis.
Los ojos de Leah siguieron a Corrine mientras se alejaba y su figura se perdía poco a poco en la distancia. Incapaz de reprimir por más tiempo el ardiente resentimiento, se lanzó tras ella.
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