El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1588
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Capítulo 1588:
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Rápidamente sacó una foto de su teléfono que Vulture había compartido con ella y la miró fijamente durante un largo rato, tratando de armar el rompecabezas. Jules la miró con curiosidad. A pesar de su falta de claridad, reconoció la figura que representaba.
«¿No es esa la tía Kiley? ¿De dónde has sacado esta foto?», preguntó Jules, frunciendo el ceño ante el fondo y la decoración, que le resultaban extraños tanto a Lyhaton como a cualquier otro lugar de este país.
Corrine respiró hondo, y su sorpresa fue disminuyendo poco a poco. «La encontré por casualidad en el Continente Independiente».
Le contó a Jules su inesperado encuentro con Jax en el Continente Independiente y su intrigante conversación. «Estoy convencida de que ella debió de estar allí antes».
Su creencia no se basaba solo en lo que Jax le había contado, sino también en las pruebas que aparecían en la foto.
«¿Deberíamos consultar al abuelo sobre esto?», propuso Jules.
Corrine dejó el teléfono y miró a Jules con aire pensativo. «¿Crees que nos diría algo?».
Nunca había hablado de la razón detrás de su matrimonio concertado, y mucho menos había discutido temas relacionados con su madre.
Tras la muerte de Kiley, su nombre se había convertido en un tema tabú dentro de la familia Ford.
Carl siempre se había asegurado de que la seguridad de Kiley estuviera protegida. Aunque era celebrada como la hija querida de la familia Ford, pocos conocían su verdadera identidad.
Kiley, que en su día fue considerada junto con Chelsea, la hija de la familia Hoffman, como una de las mujeres más bellas de Lyhaton, había quedado relegada al olvido.
Cualquier rastro de Kiley había sido borrado a propósito. Era como si alguien se hubiera esforzado por borrarla por completo.
En ese momento, el teléfono de Jules vibró con un nuevo mensaje. Al mirar la pantalla, su rostro se ensombreció. «El departamento técnico no ha podido descifrar los símbolos».
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Esto dejaba dos posibilidades: o bien los símbolos eran garabatos sin sentido, o bien representaban algo tan antiguo que escapaba a la comprensión moderna.
La expresión de Corrine permaneció impasible, casi como si hubiera esperado este resultado.
«No le des demasiadas vueltas. Podría ser simplemente una coincidencia», dijo Jules, tratando de tranquilizarla.
Corrine bajó la mirada, ocultando sus pensamientos.
Giró distraídamente la horquilla entre sus dedos, con la mirada fija en los intrincados diseños.
Parecía que la única forma de descubrir la verdad era buscar a Evelyn. En el fondo, Corrine sentía que descubrir al verdadero propietario de la horquilla arrojaría luz sobre el turbio camino en el que se encontraba.
Por la mañana, las nubes se habían despejado y la luz del sol inundaba todo, derramando calidez sobre todo lo que tocaba.
Corrine se despertó, miró el reloj y rápidamente echó hacia atrás las sábanas para ir al baño.
Abrió el grifo, se mojó la cara con las manos y luego se secó suavemente la piel con una toalla mientras examinaba su cutis en el espejo.
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