El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 157
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Capítulo 157:
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Los demás se miraron unos a otros, intercambiando miradas incómodas mientras la incómoda tensión aumentaba en la sala. Nadie se atrevía a moverse ni a hablar, sus dudas eran palpables.
Finalmente, Dexter Ashton, tío de Bruce, rompió el silencio. Dio un codazo por detrás a su mujer, Gloria, con mano impaciente.
«¿Qué haces ahí de pie? ¡Vete y discúlpate de una vez!»
Gloria se dio la vuelta para mirarle, con la frustración a flor de piel.
«¿Por qué me empujas? Si tienes tantas ganas, hazlo tú».
A Dexter no se le escapaba lo que estaba en juego. Farris no estaba rejuveneciendo, y si este incidente les privaba de la herencia, la pérdida sería devastadora.
Ante la gravedad de la situación, Dexter, que normalmente cedía ante su dominante esposa, se mantuvo firme por una vez. Su voz era inflexible cuando declaró: «¡Si no te disculpas hoy, Gloria, nos divorciamos!».
Gloria le miró incrédula, con los ojos brillantes de lágrimas no derramadas.
«Dexter, ¿cómo pudiste… cómo pudiste siquiera mencionarme el divorcio?»
«¡Una mujer venenosa como tú no tiene cabida aquí!» Dexter disparó de nuevo, su rostro oscuro de ira.
«Lo haré simple: o te disculpas con la Srta. Holland ahora mismo, o terminamos. ¡Y no pienses ni por un segundo que te irás con algo!»
Gloria miró instintivamente las caras de la familia Ashton, suplicando en silencio que alguien interviniera. Pero lo único que encontró fueron frías miradas de desaprobación. Sus expresiones transmitían un reproche silencioso, como si la estuvieran apuntando con dagas afiladas desde todas las direcciones.
El pecho se le apretó con el peso sofocante del aislamiento y, por primera vez, sintió el miedo atroz de estar completamente sola, con todo el mundo en su contra. Enderezando la columna con visible esfuerzo, Gloria cerró las manos temblorosas en puños a los lados. Le temblaban los labios cuando se obligó a susurrar: «Lo siento».
Su voz era tan débil que apenas llegaba a los oídos de sus allegados. Corrine ni siquiera levantó la mirada, sorbiendo despreocupadamente su café como si la disculpa no fuera más que ruido de fondo.
La tensión en la sala aumentó a medida que se prolongaba el silencio. Era obvio para todos que Corrine no estaba ni remotamente satisfecho.
Varios miembros de la familia intervinieron rápidamente, prácticamente arrastrando a Gloria hacia delante mientras susurraban con urgencia: «Tu voz era demasiado suave hace un momento».
«¿Y tu actitud? Completamente insincera».
«Cuando pidas perdón, tienes que rebajarte. Muestra remordimiento de verdad: no estás aquí para salvar las apariencias, sino para pedir perdón».
Corrine observó el absurdo espectáculo que se desarrollaba ante ella, con expresión tranquila, pero los ojos brillándole con sutil desdén. Una leve sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios, casi imperceptible.
Ah, esta era la esencia de la naturaleza humana, al descubierto.
Los lazos familiares se desmoronan cuando los intereses personales penden de un hilo. En la familia Ashton, una fachada de armonía ocultaba la enconada traición y rivalidad que había debajo.
Si eso significaba salvar su propio pellejo, no dudarían en convertir a Gloria en el chivo expiatorio definitivo, sacrificándola por completo para expiar sus fracasos colectivos.
Gloria apretó los puños con tanta fuerza que las uñas se le clavaron en las palmas de las manos, dejando leves semilunas en su piel. Sin embargo, no sintió dolor, sólo el escozor de la humillación. Bajó la mirada al suelo, forzó su orgullo y se inclinó ligeramente.
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