El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1542
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Capítulo 1542:
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Nate se frotó la frente, soportando las vacías trivialidades de Elva antes de responder con gélida precisión. «¿De verdad cree que unas simples palabras pueden resolver este asunto?». Su voz bajó a un timbre escalofriante, que parecía cristalizar el aire a su alrededor.
Aunque la disculpa de Elva parecía sincera a primera vista, disimuló hábilmente la malicia calculada de Amelie como una simple tontería. Su intención era transparente: minimizar la gravedad de lo ocurrido. Sus menciones estratégicas a la familia Quinn reconocían superficialmente la culpa, al tiempo que recordaban sutilmente a Nate su influencia.
Al otro lado, Elva contuvo el aliento cuando la gélida voz de Nate atravesó su narrativa cuidadosamente construida. «Tú y la familia Quinn cruzaron un umbral peligroso al atacar a alguien bajo mi protección. Después de hoy, comprenderás el precio de tal arrogancia».
Terminó la llamada abruptamente, negándole cualquier oportunidad de responder.
Al otro lado del escritorio, Maddox permaneció en silencio, con expresión preocupada. Esa última declaración había lanzado sin lugar a dudas un desafío a la familia Quinn. Evidentemente, unas disculpas vacías resultarían lamentablemente insuficientes para reparar esta fractura.
Pero tal reacción era totalmente predecible: Corrine ocupaba el lugar más sagrado en el corazón cuidadosamente protegido de Nate. Quienes se atrevían a jugar con un fuego tan peligroso acababan inevitablemente consumidos por las llamas, sin excepción.
Tras terminar la llamada, Nate salió del estudio sin decir palabra. Maddox, que se había quedado en silencio, soltó un suspiro antes de levantarse para seguir su ejemplo.
Una vez fuera, con Saul, encendió un cigarrillo y la llama iluminó brevemente su rostro en el oscuro pasillo. Exhaló lentamente y preguntó, casi con indiferencia: «Entonces… ¿qué piensa hacer Nate con los Quinn?».
Saul se tomó su tiempo. Su silencio se prolongó antes de que finalmente hablara. «No importa qué camino elija, la familia Quinn está acabada».
Una leve sonrisa se dibujó en los labios de Maddox, una de esas sonrisas cómplices que no llegaban a sus ojos. Aunque las palabras de Saul habían sido cuidadosas, ambos hombres entendían la verdad: los Quinn ya estaban condenados a la ruina.
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Su error más grave no había sido intentar secuestrar y hacer daño a Corrine, sino subestimar su valor para Nate. Quizás pensaban que ella era solo otra presencia fugaz en su vida. Una aventura temporal. Fácilmente reemplazable. No podían estar más equivocados.
Cuando Nate regresó silenciosamente a la habitación, su mirada se dirigió directamente a la figura dormida en la cama. Se movió en silencio, casi como una sombra, arrodillándose a su lado. Cuando vio el sutil pliegue en su frente, extendió la mano y le acarició suavemente la piel con los dedos.
Pero en el momento en que la tocó, se quedó paralizado. Su piel estaba ardiendo.
Su expresión se endureció en un instante y sacó su teléfono para llamar al médico que se había marchado antes.
La fiebre de Corrine se disparó como un incendio forestal, implacable e irracional, dejando incluso al médico desconcertado. Bolsas de hielo, inyecciones, antipiréticos… nada funcionaba.
Nate se sentó en el sofá como una tormenta a punto de estallar, con cada músculo de su cuerpo tenso, su presencia aguda y sofocante. Era difícil respirar. El médico se paró frente a él, empapado en sudor frío.
—Sr. Hopkins, hemos agotado todas las opciones que se nos ocurrieron, pero…
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