El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1484
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Capítulo 1484:
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No había escapatoria real.
Respiró hondo, sacó su teléfono y se dirigió a un punto ciego de la vigilancia, marcando un número. «El laboratorio está despejado. Soy el único aquí».
Con eso, terminó la llamada, guardó el dispositivo en el bolsillo, dio media vuelta y desapareció en la oscuridad.
Corrine y Jules ya habían dejado atrás el instituto. Corrine miró la hora y sus pensamientos se desviaron hacia Kinsley. Tenía pensado pasar por el hospital.
Últimamente había estado buscando sin descanso a un especialista, alguien capaz de extraer la bala con seguridad, pero estaba resultando mucho más complicado de lo que había imaginado. Hasta que encontrara al cirujano adecuado, Kinsley tendría que permanecer en el hospital para recuperarse.
—¿En qué piensas? —preguntó Jules, mirándola de reojo.
Ella levantó la vista y negó levemente con la cabeza. —¿Cómo está la familia Holland?
Una sonrisa se dibujó en los labios de Jules. —No se puede ser amable con gente así. Dewey y los suyos no saben lo que es la decencia.
Solo mencionar el nombre de Dewey provocó un destello de desdén en los ojos de Jules. —Los Holland acaban de recibir una demanda por la contaminación que genera su fábrica. Puede que yo haya contribuido un poco a agitar las cosas. Si Dewey quiere salvar lo que queda de su legado, más le vale enderezar el rumbo.
La elección era sencilla: si Dewey cooperaba y abordaba el problema de la contaminación según las normas, aún se podía salvar la situación. Pero si insistía en tomar atajos, solo estaría cavando más profunda la tumba de la familia Holland.
Al final, no se trataba de que Jules interviniera para destruirlos. Su destino estaba marcado por las propias decisiones de Dewey.
Corrine asintió con la cabeza. —Esperemos que aprenda antes de que sea demasiado tarde.
Jules soltó una risa breve y sin humor. —Sinceramente, no creía que tuviera el valor de volver a enfrentarse a ti. Y mucho menos hablar de amor paternal.
La frase era casi ofensiva.
Lo recordaba vívidamente: Corrine, abandonada en pleno invierno, vestida solo con unas prendas raídas. Si no la hubieran encontrado a tiempo, habría muerto congelada.
En aquel entonces, Dewey la había tratado como una maldición, como algo que había que desechar.
Y ahora que se había convertido en alguien valioso, ¿tenía el descaro de reaparecer, aferrándose a los lazos de sangre y susurrando sobre el amor paternal? Era repugnante.
Corrine se volvió hacia la ventana y observó el paisaje que pasaba en silencio. —El mundo está lleno de sorpresas.
La conversación se fue apagando a medida que el coche se detenía suavemente a la entrada del hospital privado.
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