El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1483
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Capítulo 1483:
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«No puedo asegurarlo». Eaton negó ligeramente con la cabeza. «Pero, según el medicamento que me dio Corrine, el frasco, hay buenas noticias. Funciona. Suprime los brotes sin efectos secundarios visibles». Un rayo de esperanza, por débil que fuera.
Sin embargo…
En cuanto Eaton mencionó el frasco, la mente de Corrine se desvió hacia otro lugar, directamente hacia Jonathan.
Cuando recibió el frasco por primera vez, instintivamente cuestionó sus intenciones.
No porque fuera paranoica, sino porque la relación entre Jonathan y Nate siempre había sido volátil: dos hombres cuya animadversión podía envenenar incluso los gestos más puros.
Aun así, había llegado el momento. Tenía que hablar con Jonathan, cara a cara.
Mientras se sumía en sus pensamientos, Jules y Eaton comenzaron a hablar sobre el misterioso acuerdo matrimonial de Nate y Corrine años atrás.
Eaton no se había mostrado sorprendido al enterarse del acuerdo matrimonial. Lo que le sorprendió fue la noticia de que Corrine había aceptado la propuesta de Nate.
—¿Simplemente dijiste que sí? —preguntó, levantando una ceja.
Corrine parpadeó, volviendo al presente. Dudó y luego asintió levemente.
Antes de que pudiera hablar, Eaton se burló. —¿Qué tiene de bueno el Continente Independiente? Es un nido de élites arrogantes y oportunistas despiadados. Debes de estar desesperada para querer casarte con alguien de ese desastre.
Corrine se quedó atónita por un momento.
Eaton era quizá la única persona viva lo suficientemente audaz como para hablar así del Continente Independiente, sobre todo cuando la mayoría de la gente lo consideraba un lugar sagrado. ¡Era una fortuna!
—Solo he aceptado su propuesta —respondió ella con suavidad—. El matrimonio aún queda muy lejos.
Eaton esbozó una sonrisa sarcástica. —¿Tan lejos puede estar?
Los tres se quedaron conversando en el silencio estéril del instituto de investigación. Había caído la noche y el reloj marcaba las seis.
Eaton se quedó de pie en silencio, observando cómo Corrine y Jules desaparecían en la distancia, antes de que la tranquilidad de su rostro diera paso a una dureza severa. Levantó la vista hacia el horizonte, donde nubes ámbar se extendían por el cielo, resplandecientes como viejos recuerdos que cobraban vida. Había un brillo en su mirada, melancólico, intenso. Nostalgia, tal vez. Arrepentimiento, más probablemente.
Recordaba el gran incendio de hacía años, cómo el cielo se había teñido del mismo rojo implacable, abrasador e implacable. Aquella noche había parecido el fin de todo.
En aquel entonces, pensó que huir era la opción más inteligente. Pero, en realidad, solo fue el comienzo de algo mucho más ineludible. No importaba cuántos giros diera o cuán lejos huyera, el destino siempre encontraba la manera de llevarlo de vuelta al lugar donde todo había comenzado, como un juego cruel sin salida.
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