El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1475
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Capítulo 1475:
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Corrine dio un paso adelante, sus tacones resonando ligeramente contra el suelo, y lo miró con dureza. —Señor Seymour, alguien de su posición cree claramente que no soy digna de ser la esposa de Nate —dijo con frialdad—. Pero Elva Quinn sí lo es, ¿no?
Moses parpadeó, atónito y en silencio. Había cruzado una línea que no podía volver atrás.
Nate extendió la mano y tiró suavemente de Corrine para que se sentara en su regazo. Su voz era informal, pero sus ojos buscaban el rostro de ella. —¿Qué te ha retenido?
—¿Retenerme? —Corrine arqueó una ceja. Sus labios esbozaron una leve sonrisa que no denotaba calidez—. Creía que había llegado justo a tiempo. Si hubiera llegado antes, me habría perdido una historia tan fascinante. Parece que me interpongo en tu camino hacia un futuro mejor.
Nate llevó su mano a sus labios y le dio un beso en los nudillos. —¿Estás celosa?
—No. —Apartó la mano con tono indiferente.
Pero algo se le retorció en el pecho: no estaba exactamente celosa, solo inquieta.
Ya había conocido a Elva. Había oído susurros, murmullos y medias verdades sobre ella.
La alianza entre la familia Quinn y la familia Hopkins había sido objeto de cotilleos sociales en el Continente Independiente. Los rumores parecían hechos.
A los ojos de esos círculos, Elva ya se había asegurado el papel de esposa de Nate.
¿Por qué si no hablaría Moses con tanta certeza? ¿Por qué si no daría por sentado que Nate y Elva estaban destinados a estar juntos?
Al otro lado de la sala, Zack intercambió una mirada con Moses. Sin decir palabra, los dos hombres se escabulleron, dejando el espacio tras ellos en silencio.
Corrine se levantó y se dirigió hacia la ventana. Su mirada recorrió la escena que se extendía más allá: el espeso grupo de árboles detrás del hotel, llenos de vida con el verde de la primavera. Un estrecho sendero serpenteaba a través de la arboleda, medio oculto bajo la niebla.
—¿Te apetece dar un paseo? —Nate apareció a su lado y le rodeó la cintura con el brazo con naturalidad.
Ella levantó la cabeza hacia él, con los ojos tranquilos. —Vamos.
En cuanto salieron, empezó a caer una lluvia ligera.
Nate abrió un elegante paraguas negro y lo sostuvo sobre ellos. Le tendió la mano, con la palma abierta y expectante.
Durante un segundo, Corrine se quedó inmóvil. El recuerdo la invadió como una marea: la primera vez que se vieron, la primera vez que él la había tomado así. Su corazón se aceleró. Lentamente, ella puso su mano en la de él. Era la misma sensación. Cálida. Firme. El tipo de calor que permanece incluso después de que el contacto ha terminado.
Nate la observó, captando el rastro de una sonrisa que bailaba en sus ojos. —¿En qué piensas? —le preguntó en voz baja.
Ella se volvió hacia él, con expresión pensativa. —Estaba pensando que, si no te hubiera conocido después de alejarme del altar… ¿qué tipo de historia habría sido?
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