El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1472
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Capítulo 1472:
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Corrine mantuvo el tono de voz. —Natasha está en ello.
Jules soltó una risa fría y sin humor. —Ese hombre no lo entiende, ¿verdad? Lo había dejado muy claro en el evento de ayer, sin rodeos, de forma inequívoca. Y, sin embargo, Dewey andaba por ahí como si se hubiera olvidado por completo de la advertencia.
Evidentemente, no era cuestión de olvido. Necesitaba un recordatorio que no pudiera ignorar.
Corrine pareció leer la mente de Jules. —Mantenlo ocupado. Dale algo que le quite tiempo. Perderá el interés si está demasiado ocupado tramando.
—Dalo por hecho —respondió Jules.
Cuando terminó la llamada, Corrine se acercó a la amplia ventana que daba a la ciudad.
Abajo, el tráfico se agolpaba en todas direcciones, un flujo interminable de movimiento, como hormigas corriendo a toda velocidad.
Quizá era la repentina reaparición de Dewey lo que la inquietaba. O quizá era el recuerdo del vestido de novia que había visto antes, que aún se aferraba a los confines de su mente. En cualquier caso, algo le oprimía el pecho y se negaba a desaparecer.
Impulsivamente, salió de la oficina con las llaves del coche en la mano. Necesitaba aire.
Se dijo a sí misma que solo iba a dar una vuelta, pero cuando volvió en sí, estaba aparcada frente al hotel en el que se alojaba Nate.
Parpadeó al verlo, momentáneamente desconcertada, y luego sacudió la cabeza con una pequeña sonrisa.
Justo cuando iba a arrancar, su teléfono se iluminó.
Nate. Su nombre apareció en la pantalla y ella se detuvo. ¿Coincidencia? ¿Telepatía?
Contestó y su voz la envolvió como un cálido terciopelo: profunda, firme y familiar.
—¿Por qué no has salido del coche?
Sorprendida, miró a su alrededor, pero no lo vio. —¿Cómo sabías que estaba aquí?
La risa grave de Nate resonó a través del altavoz. —Sube.
Antes de que pudiera responder, alguien llamó a la ventanilla.
Era Saul, que esperaba pacientemente fuera del coche con su habitual expresión serena.
Corrine salió y juntos se dirigieron hacia la entrada del hotel.
En el interior, el ambiente era inusualmente tenso. Discretos pero inconfundibles, los guardaespaldas flanqueaban todas las entradas, apostados como sombras entrenadas para reaccionar antes de que surgiera cualquier problema.
Corrine miró a Saul. —¿Cómo sabía que estaba aquí?
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