El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1469
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Capítulo 1469:
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Sin embargo, oírle mencionarla ahora despertó algo en Corrine, un tranquilo anhelo que no esperaba.
Los recuerdos de su madre habían empezado a difuminarse y ahora temía que desaparecieran por completo.
Los ojos de Carl se desviaron hacia la ventana. Afuera, la noche se cernía oscura y amplia. Su rostro cambió, nostálgico, pero conflictivo. —¿Qué hay que decir de ella? Se enamoró de alguien de quien no debía. Y eso le costó todo. Ese fue el camino que eligió.
Las palabras eran sencillas, pero le golpearon como una lluvia fría. Corrine sintió que se le tensaba el ceño.
Ahí estaba, en la pausa entre sus frases, el amargo sabor del resentimiento. No había perdonado a Kiley.
Ahora entendía por qué había tratado a Dewey con tanto desdén. Todo se remontaba al pasado.
El coche avanzó en silencio y finalmente se detuvo frente a la mansión. Más tarde, Corrine entró en su habitación, dejó caer la bolsa y cogió el teléfono, que vibró al encenderse. Un mensaje de Rachel iluminó la pantalla. «Mañana voy a la tienda de novias a probarme vestidos de novia. ¿Te apetece venir?».
Corrine dudó. Sus ojos se detuvieron en el mensaje antes de escribir una sola palabra: «Claro».
A la mañana siguiente, se vistió temprano y se reunió con Rachel para ir juntas a la boutique nupcial.
Rachel se estaba probando un vestido de alta costura diseñado por Galia Lahav. Como Jules estaba constantemente ocupado en reuniones, Rachel no tuvo más remedio que ir sola. Sin embargo, con Corrine a su lado, parecía tranquila, más alegre, incluso emocionada.
Mientras Rachel se metía en el probador, Corrine se sentó en silencio en la lujosa sala VIP, con la mente en otra parte.
—Señorita, si ve algo que le gusta, no dude en probárselo —le dijo la dependienta con una sonrisa alegre—. Acabamos de recibir las novedades de la pasarela de este año. Creo que le quedarían espectaculares.
Como diseñadora de vestidos de novia, Corrine estaba acostumbrada a los cortes extravagantes y las telas de ensueño. Se necesitaba algo más que lentejuelas y encajes para impresionarla.
Pero entonces, la dependienta le entregó un catálogo y algo la hizo detenerse.
Sus ojos se posaron en un vestido que le dejó sin aliento durante un instante. No se lo esperaba. El diseño era llamativo, con elegancia en cada detalle. La silueta de sirena…
La silueta de sirena se curvaba con precisión, el encaje estaba artísticamente superpuesto y los abalorios eran lo suficientemente sutiles como para no resultar recargados, pero lo suficientemente atrevidos como para captar la luz de forma perfecta.
Sus dedos rozaron la imagen impresa, como si intentaran sentir la tela a través de la página. Algo se agitó en su pecho, pero rápidamente lo reprimió, sellándolo. «No lo necesito por ahora. Gracias».
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